En la mitología griega, Ate es la personificación del Error (con mayúscula, sí). Esta divinidad influye a los hombres sin que ellos lo sepan y es la causa de que se tomen decisiones insensatas e irreflexivas. El propio dios Zeus fue víctima de Ate y se vengó expulsándola del Olimpo para siempre, sin posibilidad de traspasar de nuevo las puertas de ese lugar sagrado, condenándola a ser una triste herencia de la humanidad. Parece que Ate sigue haciendo de las suyas, es caprichosa, se posa sobre las cabezas de hombres que deben tomar decisiones importantes sobre la vida o la muerte de las personas y les confunde.
En diciembre de 2016 conocimos el caso de Nie Shubin, condenado a muerte en China en 1995. Nie tenía veinte años y fue acusado como autor de la violación y asesinato de una joven en un campo de maíz a trescientos kilómetros de Pekín. Según los jueces, confesó su crimen y, en consecuencia, fue ejecutado. Diez años después se detuvo a un asesino en serie que confesó ser el autor de ese crimen y de muchos más. La familia de Nie pidió hasta cincuenta y cuatro veces la revisión del caso, lo que no consiguieron hasta 2014. Y por fin, veintiún años después, el tribunal pide disculpas por haberse equivocado y lamenta el mal causado. No es un caso único ni tampoco el último. El hermetismo de China hace todavía más difícil conocer cuántas personas han sufrido la pena capital siendo inocentes, pero son muchos los delitos que se castigan con la muerte, las confesiones se obtienen por la fuerza, y un dato oficial, los acusados son considerados culpables en un 99% de los casos. Todo un récord de supuesta infalibilidad, lo que tanto jurídica como estadísticamente es materialmente imposible. En arrancar confesiones era experta la Santa Inquisición, habilidad que perdura todavía en la actualidad.
En China, los acusados son considerados culpables en un 99% de los casos. Todo un récord de supuesta infalibilidad
China es el país que encabeza el mayor número de ejecuciones (se contabilizan más de mil en el año 2015), le siguen Irak, Irán, Pakistán y Arabia Saudí y, en occidente, EEUU. Kuwait ha ejecutado recientemente a un miembro de la familia real gobernante (para que luego digan que la justicia no es igual para todos). La carencia de datos en algunos de los países que mantienen esa barbarie, hace que sea difícil cuantificar cuántos errores judiciales existen en estos procesos. Los expertos apuntan a que es debido a la mala representación legal, a prejuicios raciales, a defectuosas praxis de los fiscales y a fallos en la instrucción. A ello debe sumarse la angustia de muchos de los condenados, que pueden pasar entre veinte y treinta años en el llamado "corredor de la muerte" hasta no ser finalmente ejecutados. Afortunado será el que consiga demostrar su inocencia y, a pesar del horror de ese tiempo de espera, salve la vida. Escribía Edgar Allan Poe en El pozo y el péndulo, relato en que el protagonista ha sido condenado por la Inquisición en Toledo: "La sentencia, la atroz sentencia de muerte, fue el último sonido reconocible que registraron mis oídos". A partir de ahí, silencio.
Parece ser que Ate nos sigue confundiendo sin que seamos capaces de reaccionar. "Rectificar es de sabios", dice el refrán, pero en ocasiones, ya es demasiado tarde.