Sixte Cambra tiene un buen revés a mano cambiada y utiliza la otra de White collar (ladrón de guante blanco), aunque con menos percha que Matthew Bomer en la serie de éxito. Estaba cantado que metería el cazo (virtualmente) en el Puerto de Barcelona, el pellizco meridional que se disputan el capital chino y las segundas marcas de pantalán, controladas por Ferrovial, ACS, Comsa Emte y compañía. Pero ahora, los seisdedos del 3% acaban de recibir el impacto de la operación Pika en la que la Guardia Civil ha trincado a Cambra junto con Antoni Vives, exconcejal de Urbanismo de Barcelona en la etapa del alcalde convergente Xavier Trias, y a Francesc Sánchez, excoordinador de régimen interno de Convergència, la actual PDECat.
A la hora de organizar los fastos anuales del Trofeo Conde de Godó, Sixte ha sido el mejor presidente del Club de Tenis Barcelona, pero como jugador es uno de los pesados de fondo de pista que te lo devuelven todo, como el pequeño de los hermanos Arilla, aquel que hacía dobles en tierra batida con Manolo Santana en las eliminatorias de la Copa Davis.
Sixte supo un día que los proyectos del 3% anidan en las instituciones. En los Juegos del 92, fue nombrado director del Estadio Olímpico de Montjuïc, un cargo que le debe a Primo Nebiolo (IAFF), el de las mariposas en el estómago. Pero Nebiolo se quedó clavado en su butaca del palco cuando los cachorros de la Joventut Nacional de Convergència (Pujol hijo; Prenafeta hijo; Felip, el ingeniero; Madí y tutti quanti) colgaron en la grada aquellas pancartas que invocaban la libertad nacional y que tanto increparon al cosmopolitismo olímpico de Pasqual Maragall, Leopoldo Rodés y Carlos Ferrer-Salat.
Ahora, desde el Puerto de Barcelona, impulsa el clúster náutico que quiere posicionar a la ciudad en la referencia de los puertos deportivos del mundo. Nadie le discute su networking, pero caer de nuevo en las licitaciones menores que han llegado sin necesidad de presentar plicas es un abuso; otro más antes del desfile final. En los negocios de mediano volumen luce Convergència, una formación a punto de morir. Las maletas se hacen cachito a cachito y en la Bocana Nord o en Port Vell, los yates de recreo dejarán un buen margen, más la comisión.
Sixte aburre a las abejas sobre la pista de tierra, pero como hombre de negocios es un penco de manos largas desde el año en que se presentó a la presidencia del Barça para estrenarse en el sector negocios del pujolismo. Su carrerón empezó cuando Lluís Prenafeta trató de conquistar dos ciudadelas: el Barça y La Vanguardia. El plan era el Barça para Sixte y La Vanguardia para Alfons Quintà. Al club de futbol tuvo que renunciar tras perder las elecciones ante el constructor Josep Lluís Núñez y a La Vanguardia le buscó un competidor, el diario El Observador, engendro casi non nato del periodismo por encargo. El Observador se fundió entre los dientes del atrabiliario Quintà, que salió del invento con un finiquito de 100 millones de las antiguas pesetas y un pisito de Les Corts, donde hace poco se voló los sesos después de matar a la dulce compañera.
Las infraestructuras navales son la cara oculta del negocio licitador. Mientras miramos tierra adentro, el litoral catalán es un bullicio de amarres en condiciones ínfimas. Arsenio Lupin se movió siempre entre las riberas del Sena y la catedral de Nuestra Señora. Como Sixte, siempre supo que el agua protege las valijas que flotan en las bocanas infectadas de poargos. Todo fluye como antes del malogrado Bauman.