En 2012 el Gobierno de Mariano Rajoy introdujo unos cambios profundos en la legislación laboral, especialmente en lo que se refiere a flexibilidad, negociación colectiva y costes salariales.
Algunos análisis apuntaban que la reforma laboral había hecho también una aportación sustancial para modificar el modelo económico porque había conseguido bajar el dintel a partir del cual la actividad empieza a generar ocupación. Si hasta entonces, el PIB tenía que crecer por encima del 2% para crear empleo, los datos parecían indicar que ahora bastaba con un 0,7%.
La EPA del último trimestre de 2016 pone en cuestión ese avance. La generación de empleo se ha gripado, pese a que la economía mantiene un crecimiento por encima del 3%. En 2015, con un PIB que mejoró el 3,2%, el empleo aumentó el 3%. Sin embargo, el año pasado que previsiblemente cerrará también al 3,2% la ocupación se incrementó en un 2,3%.
Los académicos coinciden en que las leves subidas salariales frenan la creación de empleo
¿Por qué pierde fuelle la creación de empleo? Quienes se atreven a hablar sin pelos en la lengua, como las agencias de colocación, consideran que la principal razón tiene que ver con los salarios porque las empresas se animaron a contratar cuando los sueldos habían tocado suelo y ahora, cuando suben algo más del 1% en un año, ya son menos atractivos. Algunos académicos sospechan que, efectivamente, hay una relación entre empleo y moderación salarial; y no faltan quienes apuestan por el trabajo, aunque esté mal pagado.
Daniel Fernández Kranz, de Funcas, ha establecido un paralelismo entre ocupación y competitividad que vendría a demostrar que si la generación de empleo se ralentiza, como ocurre ahora, es porque la mano de obra ya no es tan barata. Se puede llegar a esa conclusión observando cómo la competitividad española cae en los tiempos de bonanza --cuando los empresarios hacen contratos temporales, peor pagados a trabajadores con escasa especialización-- y mejora en las crisis, cuando esos eventuales son los primeros en ser despedidos y en las plantillas quedan los fijos, más eficientes.
Todo eso puede indicar que si queremos empleo, tendrá que ser generalizando aún más la temporalidad, que ya afecta al 26,5% del total; el trabajo a tiempo parcial, pese a que el 60,5% de quienes tienen ese tipo de contrato quisieran tenerlo a tiempo completo; y, por supuesto, con salarios bajos. O sea, los trabajadores pobres.
En Estados Unidos, de donde partió el virus de la recesión y donde también se inspira nuestro futuro laboral, viven así desde hace décadas, pero probablemente aguanta porque es una potencia exportadora y el peso de la demanda interna en su economía es menos determinante que en la nuestra. Eso, sin tener en cuenta las consecuencias políticas de un panorama como el que empieza a consolidarse.