No para lo cotidiano. El día a día. Aunque los diputados --no todos-- estén de vacaciones. Enero de vacaciones, qué valor. Llegó el Yak-42. Dolor. Catorce años sin acordarse de los muertos y ¡zas! En la fiestas familiares de Navidad se pone de moda, digo de actualidad. Bueno, tienen familia. Y ya era hora de que se les recordase. Y le toca a la Cospe. A María Dolores de Cospedal, ministra de Defensa. Ahí es nada. Y quien más, quien menos, frotándose las manos por el castañazo público que la Cospe se iba a pegar. No. Todo lo contrario. Lo ha resuelto con nota. Nota alta. Sobresaliente, sí señora. De descubrirse. Y de admirar. Lo que no resolvió el todopoderoso ministro Trillo lo ha resuelto con nota la casi poderosas ministra Cospedal. ¡Quién lo iba a decir! Pero ha sido así. Y de justicia es reconocerle el mérito a la ministra.
Y el demérito del cesado, dimitido, relevado, cambiado, sustituido, echado... o lo que haya sido, Federico Trillo, poderoso en Defensa, (¡viva Honduras!), en Justicia, mullidor de la defensa del PP ante Gürtel, mullidor del silencio y defenestración de tantos jueces ante la corrupción del partido en Génova. ¡Ay la Justicia! Nadie le ha metido mano. Nadie la ha transformado del anterior régimen al actual. Un sector intocable. Ni Gallardón se atrevió. Y si se atrevió lo frenaron al momento. Estaban los del altivo y arrogante ex de casi todo, exseñoría. Asignatura pendiente ésta de la Justicia y la judicatura.
Con Trillo no va la palabra perdón. Le va mejor otra, soberbia. Y con la soberbia mandó a los familiares de los muertos al psiquiatra. ¡Qué valor, embajador! Supongo que a él lo mandaron a otro sitio que todos pensamos
La unanimidad del Consejo de Estado en lo referente a la responsabilidad del Ministerio de Defensa no admite dudas. Responsable. Eran militares que volvían de hacer un servicio y se les trajo en una patera del viento. Se les quería traer, que no llegaron. Se quedó sin aire. Un carro sin ruedas y sin bueyes que tirasen de él. Se ocultó la verdad. Se ocultó hasta el informe del Consejo. Hasta que alguien perforó la jaula donde se guardaba. Vio la luz. Casualidad que se iluminó cuando Bárcenas cantaba, o iba a cantar, ante la Justicia, ¡qué justicia!, su nueva canción de Año Nuevo. Casualidad. Pero Cospedal pidió perdón en nombre del viejo Gobierno de Aznar, que se le había olvidado. Digo en nombre del Estado. Trillo, no. No va con él esa palabra. Perdón. Le va mejor otra, soberbia. Y con la soberbia mandó a los familiares de los muertos al psiquiatra. ¡Qué valor, embajador! Supongo que a él lo mandaron a otro sitio que todos pensamos.
Sin mencionar al nuevo ministro de Justicia, Rafael Catalá. Se ha metido en el balde de estiércol sin haberlo llamado. Algo le deberá a Trillo. Con lo dicho sería suficiente para mandarlo a trillar. Pero no cereales sino encinas. Para la muerte no pasan los años. Para los mal enterrados, los años son días de espera porque aspiran a un entierro digno. Los del Yak y los de la guerra. Y la posguerra. Y los que sean. Van 13 años, como si van 30, como si van 100. Los muertos exigen dignidad. Y, por fin, Cospedal se la ha dado. Atención a las familias y reabrir la patera del viento, el Yak de 62 muertos para su descanso en paz.
A Cospedal seguro que se le han ido los Dolores de cabeza que el Yak le produjo nada más tomar posesión. Y porque hayan tomado tierra, alguno en Zaragoza donde todos tenían que haber llegado, en vez de tomar tierra fuera de las fronteras nacionales. A Trillo esperemos no pise la calle Mayor, calle del Consejo que le ha sacado los colores de su soberbia. Ni por la puerta de servicio, ni la de atrás. Sería una bofetada a la dignidad. Le pueden dar una patera del viento. Para que viaje. Y lejos.