Dicen los entendidos que una de las causas de la crisis de la socialdemocracia es no haber sabido ofrecer soluciones y respuestas eficaces y convincentes a los retos y problemas de nuestro tiempo. Dicen, también, que su complicidad con algunas de las recetas de la derecha le han restado credibilidad y que de ahí nace el desapego electoral de muchos de sus antiguos valedores. Quizás sea cierto; de no ser así, no se comprendería la zozobra actual de los partidos socialistas europeos a nivel continental. El caso español no es una excepción dentro de la tónica general, pero ofrece algunas singularidades al respecto.
Las divergencias alrededor de la investidura de Mariano Rajoy han colocado al PSOE en una situación crítica, inimaginable hace solo algunos años. Existe peligro de fractura. Los referentes han cambiado y las exigencias de transparencia y participación de los afiliados también. Algunos --los más rancios e instalados-- aun no han digerido que la pulsión política de este país ha mutado, que el Congreso ya no es el que era, que las dinámicas sociales son nuevas y que los partidos han eclosionado buscando otras formas de decidir. Sí señores, la militancia de los partidos respeta sus respectivos jarrones chinos, pero si por un casual se quiebran, pasan de ellos.
La Susanofobia es un fenómeno real, por muchos padrinos con pedigrí que muestren los partidarios de la presidenta andaluza
La burda defenestración de Pedro Sánchez provocó entre los electores y afiliados socialistas una ola de indignación sin precedente. Por doquier han emergido plataformas y grupos reclamando otra forma de gestionar los conflictos creados y las políticas a aplicar. La rebelión de las bases es un hecho constatable más allá de las preferencias de liderazgo. Ya nada volverá a ser como antes por mucho que los viejos aparatos lo intenten.
Desconozco si Pedro Sánchez se presentará a las primarias o no. No creo que Patxi López sea un tapado ni que juegue con doblez. Tengo, en cambio, la certeza de que la Susanofobia es un fenómeno real, por muchos padrinos con pedigrí que muestren los partidarios de la presidenta andaluza. La realidad es tozuda.
Insisto: las cosas han cambiado y hoy el respaldo de los grandes popes, lejos de sumar, resta, genera la desconfianza del "más de lo mismo". Creo que Susana Díaz es una excelente presidenta de Andalucía; ahora bien, antes de saltar al ruedo debería tomarle el pulso al PSOE --no solo a los que la lisonjean-- porque hay hartazgo. El personal aspira a una nueva época sin zancadillas, trampa ni cartón. Más allá de esta introspección partidaria, le aconsejaría, de paso, echar mano de los sondeos y comprobar si su valoración, en la España septentrional, es suficientemente positiva. En Cataluña seguro que no...
Por todo ello y algunas cosas más, yo que Susana no me presentaría.