“En los confines de la España, y a la parte occidental de la Antigua Bética, hoy Andalucía”, así comenzaba el erudito Juan Agustín de Mora su Huelva Ilustrada publicada en 1761. Poco ha cambiado desde entonces. La percepción de que Huelva está en el “culo” de España te la comentan los mismos taxistas de la ciudad, cuando te recogen del único tren diario y sin transbordo que conecta a esta ciudad andaluza con la capital del Reino. Las razones de esta autoflagelación tiene que ver, en primer lugar --pero no sólo--, con las deficientes e insuficientes infraestructuras que soporta la provincia desde el final del colonialismo británico hasta 1992, punto de inflexión del penúltimo despegue español. De los años sucesivos y de la incapacidad de su clase política para impulsar o renovar las infrestructuras, mejor ni hablamos.
Extrañan, pues, las apasionadas reacciones que suscitaron las desafortunadas declaraciones del podemita Rafael Mayoral, secretario de relaciones con la sociedad civil y movimientos sociales (sic). Todo ocurrió hace unos días cuando este dirigente declaró que el apoyo de los concejales de Sí Se Puede Aljaraque a la moción de censura presentada por el PP en ese municipio onubense para desbancar al gobierno municipal de PSOE-A e IU, era “un error garrafal” que sucedía en “un pueblo perdido de Huelva”. Hubiera demostrado un mayor conocimiento de la geografía y de la realidad económica y social si hubiera aludido a “un pueblo perdido en el culo de España”.
Exigir saber geografía política a un político del centro no exime de conocer también geografía humana y económica al que se lo pide
De cualquier modo, la manera de desvincularse de las acciones del par de concejales --que ahora podían acceder al sueldo de unos dos mil euros que los colegas de izquierda en minoría le habían negado una y otra vez-- fue todo un desacierto. El portavoz de ellos le pidió a Mayoral que aprendiese geografía y que rectificase “porque toda Huelva está ofendida”. Lo mismo hizo Ignacio Caraballo, el presidente socialista de la Diputación, que precisó que esa declaración era de "un clasismo insoportable al diferenciar a los de las capitales y a los de los pueblos". El portavoz del gobierno andaluz, Miguel Ángel Vázquez, fue más lejos y calificó a Mayoral de dirigente pijo, e insistió que había faltado al respeto a los hombres y mujeres del mundo rural.
Y llegada las cinco de la tarde del 29 de diciembre, Mayoral, el político madrileño de apellido tan agrario y tan taurino, rectificó con este asombroso tuit: “Mis disculpas por el patinazo de urbanita ignorante del mundo rural”.
Y las aguas se tranquilizaron, Aljaraque ya no era un pueblo perdido de algo más de 21.000 habitantes. Se calmaron los bebedores de la política líquida, pero la ignorancia permaneció. Qué importa que la falta esté en no querer aprender. Mayoral había metido de nuevo la pata con la rectificación pero nadie dijo nada, ni un portavoz ni un presidente ni un diputado ni un concejal... En los confines del Reino se hizo el silencio. Había que celebrar Nochevieja y Canal Sur daba las campanadas desde Huelva. Comenzaba 2017, el año gastrónomico.
Aljaraque sigue siendo lo que era: mundo urbano, antes pueblo industrial minero y ahora ciudad dormitorio para buena parte de la clase media de la capital onubense. Exigir saber geografía política a un político del centro no exime de conocer también geografía humana y económica al que se lo pide. Aunque resignémonos, como aconsejó San Jerónimo, “la ignorancia da confianza; el conocimiento, temor”. O dicho de otro modo: los ignorantes están en el poder y no sólo en los concursos de televisión.