Hace medio siglo, Julián Marías publicó un libro interesante: Consideración de Cataluña. Merece ser rememorado y absorbido. Fue apareciendo por entregas en El Noticiero Universal. Este diario vespertino barcelonés, hace años desaparecido, estaba dirigido por José María Hernández Pardos, padre del pintor Joan Hernández Pijoan e hijo de un maestro de La Iglesuela del Cid, hermoso pueblecito turolense del Maestrazgo. Digamos que desde aquel periódico se denunciaron los impunes desmanes especulativos y urbanísticos de la Barcelona del alcalde Porcioles, quien en 1972 compraría el Ciero y lograría despedir a Hernández Pardos, tras cincuenta años seguidos de trabajar en el diario de la familia Peris Mencheta.
Ese libro apareció en la editorial Aymá, fundada en 1944 y comprada por el empresario J.B. Cendrós en 1962; uno de los fundadores de Banca Catalana, en 1959, y de Òmnium Cultural, en 1961. Fue muy bien recibido y reeditado, pero el autor era consciente de que cuando cambiasen las circunstancias, los sentimientos serían otros. Julián Marías siempre enseñó con toda coherencia que no se ha de intentar satisfacer a quien con nada se va a satisfacer. Nunca esperó aplausos ni suspiró por golpecitos de aprobación en la espalda. Su sentido de la realidad era hondo, su fe en la verdad era sólida, su tiempo era imperecedero; gracias a lo cual podía navegar solo, con gravedad, holgura y sosiego.
No volvió a salir otra edición del libro hasta 1994, y gracias a la tenacidad de su autor. Quería publicarlo en alguna editorial catalana y no lo lograba. Se le dijo que no era oportuno. Lo que no se quería era importunar al séquito del ex honorable Pujol, quien ya llevaba tres mayorías absolutas y estaba reñido con el pluralismo catalán. Al final salió una edición prácticamente facsímil; no cambió ni una sola coma, agregó un nuevo prólogo e incluyó una carta laudatoria de Tarradellas. Como senador real, Julián Marías insistió en la conveniencia de que el Senado fuera una cámara territorial; nadie le hizo caso y ya nadie lo recuerda. Destacó lo evidente: un Estado descentralizado no deja de ser unitario. Desde hace siglos, España es una nación y ninguna de sus partes lo es. Con acierto, aludía a la sustitución de los hechos por una historia de los deseos o de los temores. Veía entonces el mundo en reconstitución y las naciones como piezas insustituibles pero no suficientes: "Ni siquiera Europa entera se basta a sí misma, sino que sólo puede existir articulada con América, dentro de Occidente. La única soberanía posible es la que suelo llamar soberanía compartida".
En 1966, Marías resaltaba el derecho a sentirse de muy diferentes formas: para muchos catalanes, una España en que Cataluña esté olvidada o disminuida no les parece suya
En 1966, resaltaba el derecho a sentirse de muy diferentes formas: para muchos catalanes, una España en que Cataluña esté olvidada o disminuida no les parece suya. Para él, quien vive en Cataluña puede y debe aprender catalán, "aunque siga hablando en español si lo prefiere". Proclamaba el hondo apego catalán por su lengua y señalaba que los catalanes tienen dos lenguas: el catalán, su lengua privativa, y el español, la lengua general de España. No las tienen por igual, pero tienen una instalación lingüística en dos pisos: en el primero, donde la vida cotidiana, pasan muchas horas al día, "pero suben con toda frecuencia y normalidad, muchas veces al día, al segundo, y cuando lo hacen siguen en casa"; dos lenguas propias catalanas.
También observaba que mientras no se captase el carácter familiar y doméstico de la vida catalana no se entendería una palabra de Cataluña, y aún menos de sus problemas políticos. "Los catalanes se sienten radicalmente instalados en el ámbito de Cataluña, necesitan gozar de ella, sentirla segura, no puesta en cuestión, y esto de un modo explícito, con nombres, recuerdos, costumbres entrañables, sardanas, monas, tradiciones familiares, como la casa del abuelo. Necesitan fiestas, escudos, banderas, que son las decoraciones de la casa, los tapices que la adornan y la hacen confortable y acogedora, no un campamento en que se está de paso". Pero detectaba también un movimiento de recelo y alarma, como una almeja cierra sus valvas, cuando alguien que no es catalán ocupa un puesto importante en Cataluña. Hoy, en 2016, cuando alguien no es sumiso al separatismo, los señores de la tierra le regalan hostilidad e insidia.
En este retrato de Cataluña --un baño de lucidez amorosa--, Julián Marías reiteraba que "seremos lo que queramos, aunque no cualquier cosa que queramos, sino dentro del repertorio de posibilidades que nuestra circunstancia --incluida la historia-- define". ¿Cuándo podréis leer este libro estupendo, queridos jóvenes lectores?