Debo confesar que cada día me da más pereza intelectual volver a escribir sobre el procés, la cumbre, el día histórico, el referéndum independentista. Pero como el bombardeo de la propaganda secesionista es inasequible al desaliento me siento obligado a repetir argumentos e ideas pronunciados en los últimos años.
1- El referéndum independentista, sin previa reforma constitucional que lo habilite, no solo es ilegal, sino que carece de legitimidad democrática, aunque hubiera un Gobierno español dispuesto a saltarse la Constitución y permitirlo. En las democracias, las elecciones generales (o de ámbito territorial parcial) sirven para el gobierno ordinario. Para evitar que cada gobierno pueda modificar con mayorías coyunturales los aspectos básicos de un país, se establecen mayorías y procedimientos especiales para hacerlo. Ocurre lo mismo en asociaciones y sociedades.
Por ello, 250 diputados de un partido con más del 50% de los votos en las elecciones, es un ejemplo, no pueden acabar con la propiedad privada ni con las autonomías ni implantar la pena muerte. Sólo pueden iniciar un proceso de reforma constitucional. Eso sí, si tienen la fuerza suficiente, pueden dar un golpe de Estado. Incluso con la aquiescencia y apoyo de la mayoría de la población sería un golpe de Estado, como han hecho muchos líderes carismáticos para perpetuarse en el poder. Y los contrarios a la pena de muerte, a acabar con las autonomías o a instaurar una economía estatalizada no tienen porqué facilitarles las cosas a los que quieren imponer estos cambios.
El referéndum independentista, sin previa reforma constitucional que lo habilite, no solo es ilegal, sino que carece de legitimidad democrática, aunque hubiera un gobierno español dispuesto a saltarse la Constitución
Pues lo mismo con la secesión. Por tanto ni 72, ni 80, ni 90 diputados, ni el 47%, ni el 55%, ni el 60% de los votos legitiman democráticamente la secesión. Legitiman para pedir la reforma de la Constitución que habilite un referéndum independentista. Y buscar los aliados para hacerla realidad, tarea posible dada la predisposición de Podemos y el apoyo de los nacionalistas de otras comunidades. De hecho este va a ser el discurso de Colau. Votadnos a nosotros y haremos realidad el sueño cuando nuestros socios sean mayoría en las Cortes españolas.
2- Si los referéndums ya son discutibles como solución a problemas complejos en sociedades democráticas, más lo sería un referéndum en la Cataluña actual, en la que la calidad democrática del régimen es baja. La reunión del día 23 tenía el tufillo a democracia orgánica propio de los movimientos nacionales, de los regímenes totalitarios. Esta presencia de patronales, sindicatos, ampas, colegios profesionales etc. es vergonzosa y delata la voluntad de control social del nacionalismo. Si a eso unimos un gobierno dedicado a la agitación y propaganda usando desvergonzadamente el presupuesto público para fines de partido y el abuso de la escuela y los medios públicos y subvencionados como instrumento de adoctrinamiento, tendremos un panorama bastante completo de la escasa calidad democrática catalana. Que no es peor porque escapan a su control instituciones como la Justicia.
Aquí es oportuno recordar que el "dialogo", conveniente para solucionar cuestiones que afecten a todos los catalanes, no debe otorgar al régimen el control absoluto del país.
La cumbre del día 23 tenía el tufillo a democracia orgánica propio de los movimientos nacionales, de los regímenes totalitarios
3- El victimismo por la "judicialización" de la política carece de justificación. No hay respuesta más moderada ante una amenaza de golpe de Estado que acudir a los tribunales, exonerando a los imputados de acusarles de los delitos que podrían llevar aparejada prisión. Dese luego, un caso semejante en una República catalana gobernada por nacionalistas no sería tratado con la misma consideración.
Para terminar, destacar que la entronización de Colau, odiada por los independentistas por destruir su sueño de alcanzar mayorías absolutas de votos, es una muestra de la debilidad relativa del secesionismo. De su miedo a cruzar el Rubicón, de declarar la independencia en la Plaza Sant Jaume y ver qué pasa. No quieren poner en riesgo su permanencia en el poder. Han prometido tantas veces la independencia exprés y lowcost que no saben cómo apearse del burro sin graves daños electorales. Le han comprado a Colau la mercancía que antes consideraban averiada. Ahora solo falta que le cedan el poder y, quizás, para evitarlo, veamos un amago de revolución callejera. Al menos eso predice la alcaldesa de Berga.