Este escrito es la continuación del artículo del sábado, en el que hablaba sobre los populismos que acechan a Occidente. Los populismos, tanto de derechas como de izquierdas, emplean la demagogia --que es un lacito rojo muy atractivo-- para atraer a los que miran al dedo que señala la luna.
Como ejemplo, veremos dos casos que dejarán perplejos a quienes van por la vida con etiquetas preconcebidas. Personas que pueden ser inteligentes, y otras que no, pero que caen fácilmente en el engaño. No hay nada más fácil que engañar al que no sabe, si lo que se le dice le gusta.
No hay nada más fácil que engañar al que no sabe, si lo que se le dice le gusta
Así como, por principio, el violento no tiene razón, el que insulta en las redes, violencia verbal, tampoco la tiene. Quien insulta se descalifica solo. No hace falta malgastar una vocal.
Primer caso: hace tres semanas, Arturo Pérez-Reverte fue entrevistado en La Ventana de la Cadena Ser por Carlos Francino, para presentar su última novela, Falcó, ambientada en la Guerra Civil.
En la entrevista, el escritor soltó esta perla: "Un viejo comunista, que ya está muerto, me confesó que de haber ganado la guerra también habrían fusilado al presidente de la Generalitat Lluís Companys". ¿Por qué? "Por haber traicionado a la República". No dio el nombre de quién era el viejo comunista... Acabó diciendo que en una guerra, cuando la ves de lejos, tienes muy claro quiénes son los buenos y los malos, pero cuando te acercas esa barrera desaparece. Y tiene mucha experiencia después de haber vivido cinco guerras en veinte años como reportero de TVE.
Segundo caso: como la última guerra que cubrió fue la de Yugoslavia, me acordé de lo que hace diez años me explicó un dirigente de ERC. En 1993 fue con una legación oficiosa de su partido a Croacia, que acababa de independizarse de Yugoslavia. La experiencia fue decepcionante porque creían viajar a un Estado libre y, por lo tanto, alegre por haber conseguido la independencia, pero lo que encontraron fue un Estado cabreado que odiaba a sus vecinos al otro lado de la frontera; con unos muros tan altos, metafóricamente, como los que quiere levantar Trump en Río Grande.
El viaje de ERC a Croacia fue decepcionante porque creían viajar a un Estado libre y alegre por haber conseguido la independencia, pero encontraron un Estado cabreado que odiaba a sus vecinos
Pensé en esto cuando el pasado domingo vi lleno el paseo María Cristina de Barcelona con unas 70.000 personas, según la Guardia Urbana, gracias a los 170 autocares fletados de toda Cataluña por los organizadores del acto: ANC, Òmnium y AMI.
El lema de la organización era en defensa de la democracia y por eso fue cantada L'estaca de Lluís Llach; con este mensaje ya descaradamente explícito de que vivimos sojuzgados bajo una bota militar como en los tiempos del franquismo. Los separatas confunden la bota con el voto.
Los cargos electos que han tenido que declarar ante los juzgados ordinarios eran requeridos por los trasuntos jueces de la dictadura. Que son los mismos perros con distintos collares. Y lo peor no es que lo digan, sino que se lo crean.
Por su puesto, Mariano Rajoy, Susana Díaz o el socialista que lidere el futuro PSOE, Miquel Iceta, Albert Rivera o cualquiera de Podemos que no defienda que romper España es lo que nos conviene, son clones de Franco y la dictadura.
Este discurso maniqueo es demagogia pura. Es la fuente donde abrevan los populistas, y quien más insulta es tan populista como Trump o Maduro. Dos iguales para hoy, país de ciegos.