Se fue a Pontevedra, pero ya volvió. Cumplir con la muerte y volver a la vida. Y a formar gobierno. Unas horas en su querida Pontevedra y vuelve nuevo. E inspirado. Hablamos de Mariano Rajoy, el presidente del Gobierno. De un gobierno que será nuevo, o casi, y dará a conocer dentro de unas horas. Hasta entonces, total secretismo. En Mariano nunca la mano izquierda sabe lo que hace la derecha. Ley gallega. Así que su mano derecha dará la nueva composición de un gobierno viejo con claves nuevas.
¿Arrojará nuevas claves? ¿Dejará ver las nuevas intenciones del presidente para este país llamado España? Veremos. Pero un gobierno continuista vendría a confirmar que no nos hagamos ilusiones. Que no habrá cambio a mejor. Porque si con la mayoría absoluta de 2011 defraudó tantas veces y en tantos temas nacionales, sobre todo en recuperar la economía y superar la crisis política, no esperemos milagros en esta legislatura. Porque va a ser dura. O puede que su inspirado paseo por la costa atlántica, con el regalo de un tiempo primaveral, haya terminado convenciéndole de que España necesita un gran cambio. Que habrá un ejecutivo con sorpresas. Que ahora sí va a ejercer de estadista para ganarse a la historia como un gran presidente. Para ganarse su perpetuidad. Mariano, el más grande presidente.
Un gobierno continuista vendría a confirmar que no nos hagamos ilusiones. Que no habrá cambio a mejor
Así que saldremos de dudas en unas horas. Se habrán terminado las llamadas telefónicas, hechas y recibidas. “¡Qué pesadez! Todos quieren ser ministros”, se habrá dicho a sí mismo Mariano en más de tres ocasiones. “Ni un gol inglés puede uno ver a gusto”. Y descolgó el teléfono. Lo hecho ya está hecho en Pontevedra y no lo voy a cambiar, se dijo a sí mismo. Pero mientras la pelota rodaba por la hierva en su cabeza seguía la duda de qué hacer con la economía. La asignatura pendiente. ¿De Guindos se quiere ir o quiere seguir? ¿Y a Montoro, de qué le pongo? ¿O lo mando a recoger aceitunas? Puede mandar a los dos y ascender a Nadal. Tanto De Guindos como Montero han dicho en repetidas ocasiones su intención de marcharse. Pero eso fue antes de verano. Ahora ambos quieren seguir. ¿Cómo? ¿Juntos? Los milagros sólo en Fátima. En las calles Alcalá --Hacienda-- y en la Castellana --Economía--, sedes de Montoro y De Guindos respectivamente no están por la fusión, ni porque sus jefes se unan. Un edificio es de piedra, el otro es de ladrillo. No se parecen en nada. Pero Mariano ya lo ha decidido. Toca esperar unas horas.
Todos sabemos que a Mariano le encanta jugar con los medios de comunicación. Le encanta su secretismo. No habrá filtración. Así que los aspirantes se tendrán que comer las uñas hasta el final. Tanto los viejos roedores, Fernández Díaz, Morenés, Montoro y Margallo, como los nuevos pelotaris, Casado, Maíllo y Maroto. ¿Y las reinas? ¡Uy, las reinas Soraya y Cospedal! Mejor no mover las flores. A veces alguna se seca. O se cortan para ponerlas en las tumbas. En las tumbas de políticos que han quedado por el camino que ha recorrido Mariano. Mariano, el gran superviviente. De los propios y de los contrarios. Incluso de los nuevos políticos a quien a alguno ya se le ha pasado el arroz, o sea, la oportunidad de gobernar.
Mariano, el gran superviviente. De los propios y de los contrarios. Incluso de los nuevos políticos a quien a alguno ya se le ha pasado el arroz
Ahí sigue Mariano, poniendo flores. Ayer fue el día. Puso flores a muchos viejos ministros. Mañana empieza a gobernar. A su ritmo. Sin prisas, que las prisas nunca fueron buenas. Preguntad a Sánchez. Quiere una legislatura larga. Para pensar bien las cosas. Para que duren. Para perpetuarse. Incluso él mismo. Y, según sopla el viento del Atlántico, tenemos presidente perpetuo. Eso busca. Por ello va.