El domingo, la dirección del PSOE tendrá que buscar los argumentos que apoyen su cambio de opinión respecto de la investidura de Mariano Rajoy. Hasta ahora, los escasos dirigentes que han hablado claro se han referido a que era el mal menor frente a la posibilidad de unas terceras elecciones. “Un Rajoy en minoría o un Rajoy con mayoría absoluta”. Pura prospectiva electoralista algo tramposilla.
Cabe la posibilidad de que en el colmo de los malabarismos el comité federal siga eludiendo afrontar la cuestión y salga del aprieto dejando el marrón al Grupo Parlamentario Socialista.
En esa misma línea escapista, Susana Díaz ha presentado una nueva razón para apoyar a Rajoy. Dice que lo urgente es tener un Gobierno que haga frente al riesgo de que España se rompa a manos de los independentistas catalanes. Y, por supuesto, lo ha defendido sin aludir a la abstención, cosa que en realidad tampoco es necesaria, dado que está implícita en su discurso.
Todo el mundo sabe que el dontancredismo de Mariano Rajoy es la peor de las respuestas al nacionalismo catalán
La idea ayuda a entender el papel que la presidenta andaluza atribuye al PP en el desarrollo de las tensiones territoriales. Sería un error pensar que desconoce la retroalimentación entre populares e independentistas catalanes; o que no recuerda la campaña de recogida de firmas del PP contra el Estatuto catalán de 2006 que luego fue imitado por las comunidades gobernadas por ellos mismos.
Proponer un Gobierno del partido que ha aprovechado y estimulado esas tensiones para ganar votos en otros territorios --en la propia Andalucía--, es tratar de apagar un fuego echando gasolina. Todo el mundo sabe que el dontancredismo de Mariano Rajoy es la peor de las respuestas al nacionalismo catalán.
Utilizar un asunto tan serio para tapar el marasmo en que está inmerso el PSOE resulta decepcionante. No solo porque es una cortina de humo descarada, sino porque el lugar donde Susana Díaz lo hace no es el comité federal de su partido, sino el Parlamento andaluz durante el debate del estado de la región. Como Rajoy, lo usa en su propio provecho.