Desde que el tándem González-Guerra, con todas sus luces y sus sombras, cedió el testigo a la next generation de su nave interestelar Enterprise particular, el PSOE ha ido decayendo sin prisa pero sin pausa, hasta llegar a la situación actual, en la que al pobre Pedro Sánchez se le ha amotinado la tripulación y se le ha exigido, pese a ser el primer secretario general elegido por la militancia, que se vaya con viento fresco. Encerrado en su despacho de la calle Ferraz, el hombre ha interpretado el papel del capitán Bligh con la misma dignidad que Charles Laughton, más un toque muy español, propio de aquel personaje de Forges que decía que él no debía guardar cama, sino sillón.
En este remake del clásico de los años 30, el papel de Fletcher Christian lo ha interpretado una oronda señora andaluza llamada Susana Díaz, que llevaba tiempo considerándose la persona adecuada para encauzar el ritmo del partido de sus entretelas, aunque a muchos nos parezca igual de inane que el tipo al que aspira a sustituir. Yo no sé si la señora Díaz se explica mal o si su humor, como el de los Morancos, no se entiende muy bien más allá de Triana, pero tengo la impresión de que no aporta nada relevante a la necesaria refundación del partido, si bien le reconozco el mérito de haber convertido al PSOE en el Partido Sevillano Obrero Español, una especie de Convergència del sur a la que se vota porque son los nuestros y a ver si nos cae algo.
Yo le levantaría el arresto a Borrell y lo pondría al frente del partido, aunque ya no sea joven, algo que, como se ha visto en Zapatero y en Sánchez, tampoco es garantía de nada
A mí me gustaba, y me sigue gustando, Josep Borrell, un señor de Lleida de lo más cabal que se buscó la ruina por unas amistades peligrosas en la delegación de Hacienda barcelonesa. Yo le levantaría el arresto y lo pondría al frente del partido, aunque ya no sea joven, algo que, como se ha visto en Zapatero y en Sánchez, tampoco es garantía de nada. Su descripción de la situación actual es muy atinada. Si esto es un golpe de Estado, ha dicho, parece perpetrado por chusqueros. Realmente, el espectáculo que están dando los sociatas es lamentable: las masas se concentran a las puertas de la sede, reciclada en Cantora o Ambiciones; hay que entrar con el carné en la boca, y a veces ni así; el ciudadano medio imagina puñales volando por los pasillos y a Sánchez colocando una silla contra la puerta de su despacho para evitar que entre la turba y lo arroje por la ventana. ¡Como para encabezar una alternativa a Rajoy, vaya!
Si el PSOE cree que puede prescindir de Borrell, como el PSC prescindió de Navarro, allá se las compongan. Si solo les sirve para escribir libros y hacer quedar como un zoquete económico a Oriol Junqueras, yo diría que lo están desperdiciando. Vale, ya no es un chaval, ¿pero de qué sirve cambiar a un joven inane por una joven igualmente inane?