La Diada de 2016 se ha caracterizado por la afloración de profundas divisiones entre los secesionistas y de mensajes contradictorios en Junts pel Sí. La CUP ya ha anunciado la independencia para julio 2017, un mes después de un supuesto RUI (referéndum unilateral de independencia) que se celebraría en junio. Unos de sus dirigentes ha señalado que el RUI ha de servir, por lo menos, para provocar una reacción violenta del Estado, ya sea meramente legal o utilizando la fuerza bruta.
Neus Munté, dirigente del partido heredero de CDC y consejera de la Presidencia de la Generalitat, ha recordado que el RUI no esta en la hoja de ruta. Puigdemont, por su parte, ha pasado en veinticuatro horas de quejarse de que el Estado haya "desconectado" de Cataluña, a anunciar que la tras la próxima Diada de 2017 tendremos "elecciones constituyentes".
Como se ha visto en la disminución de la participación en la Diada secesionista de hoy, la utilización como señuelo movilizador y electoral de la independencia inevitable e inminente agoniza
Valga esta selección de declaraciones para poner de manifiesto las evidentes contradicciones del conjunto de fuerzas declaradamente secesionistas. A ello debemos unir la posición de En Comú Podem, que ha jugado con la ambigüedad más estridente, participando en la Diada pero negando el RUI y criticando las declaraciones más radicales de los dirigentes de la CUP.
La realidad, como se ha visto en la disminución de la participación en la Diada secesionista de hoy, es que la utilización como señuelo movilizador y electoral de la independencia inevitable e inminente agoniza.
Las fuerzas secesionistas son conscientes de ello pero discrepan respecto a lo que hay que hacer. Desde Junts pel Sí, especialmente los antiguos convergentes, tratan de evitar una situación "revolucionaria" de confrontación directa y abierta con el Estado, convencidos de que sus bases sociales no les seguirían y pondría en riesgo su poder --el Estado aplicaría más que probablemente el artículo 155 de la Constitución-- y, además, no cambiaría las cosas pues ni tienen los instrumentos para controlar el territorio y las personas, ni el "nuevo Estado" sería reconocido internacionalmente. La CUP y otras fuerzas secesionistas minoritarias sueñan en cambio con una huelga general revolucionaria, que provocaría una reacción del Estado y que acabaría con estallidos violentos que harían "irreversible el proceso".
El punto débil del secesionismo es que ha quemado etapas por la competencia electoral entre los partidos que lo defienden. Pero este acelerón se ha hecho sin mayoría social, sin tener capacidad recaudatoria, sin capacidad para controlar por la fuerza el territorio, sin apoyos internacionales y sín un líder indiscutudo.
Durante el próximo año asistiremos a una dura batalla entre quienes quieren quemar las naves y quienes apuestan por la vía gradualista con vistas a las elecciones autonómicas de otoño 2017
¿Qué pasará? No tengo la bola de cristal, pero durante el próximo año asistiremos a una dura batalla entre quienes quieren quemar las naves y quienes apuestan por la vía gradualista con vistas a las elecciones autonómicas de otoño 2017 (salvo que Puigdemont quiera agotar la legislatura en contra de los acuerdos de su investidura, lo que supondría la ruptura total del frente secesionista). Entre tanto, asistiremos a episodios de tensión (juicio del 9N, inhabilitación de Forcadell, etc.) que servirán para que los secesionistas midan su fuerza real, no en manifestaciones institucionales y festivas como la Diada --propia de regimenes totalitarios--, sino mediante la confrontación en la calle (ocupaciones, huelgas, etc.).
Mi impresión es que, a pesar de la presión de los más radicales, no se producirá una confrontación en toda la regla, entre otras cosas porque convergentes y republicanos ya tienen un poder muy importante (Generalitat, diputaciones, ayuntamientos...) que nadie en su sano juicio pone en serio peligro por hacer seguidismo de unos cuantos "revolucionarios" sin tener unas elevadas probabilidades de éxito.
¿Y el Gobierno central qué debe hacer? Primero, formarse, ser eficaz, transmitir la ilusión de una nueva etapa a los ciudadanos, afrontar los problemas más acuciantes de todos los españoles, incluidos los catalanes. Específicamente en relación al problema secesionista, actuar con moderación, evitando exaltar los ánimos innecesariamente pero aplicando el Estado de derecho. No hacerlo sólo serviría para dar aire y tiempo a los secesionistas y transmitir a la población, que ya lo cree en parte, que los secesionistas tienen ganada la partida y que conviene apuntarse a caballo ganador (el "pueblo" tiende a a apuntarse a los que cree vencedores).