Es muy conocida la frase un tanto cínica de Winston Churchill de que “la democracia es el menos malo de los sistemas políticos”, no ya por la corrupción porque eso no es culpa del sistema, sino de la codicia de las personas (siempre que las elecciones no sean un pucherazo). Es el menos malo pues los políticos gobiernan conduciendo con las luces cortas (pensando en las próximas elecciones), en lugar de las largas, la próxima generación.
En España urge que se constituya un nuevo Gobierno. Menos mal que en 2015 Cristóbal Montoro cometió la cacicada, eso dijo la oposición, de aprobar los presupuestos para 2016, sin esa cacicada a estas alturas del año, andaríamos con los presupuestos del 2015 renovados y todo el país aún más inquieto y cabreado por vivir instalados en el año de la marmota.
Como los números son los que son a quien le corresponde formar Gobierno es a Mariano Rajoy, pero como no tiene mayoría suficiente va a tener que tragar quina. No solo Rajoy sino el resto de los partidos responsables, digo responsables, porque los partidos que han decidido incumplir las leyes han dejado de serlo arrogándose unos valores que no reconoce la ley democrática, instalados en una realidad paralela. El Dragón Khan que lleva subiendo y bajando desde septiembre de 2012.
Que Arnaldo Otegi lo defienda es la garantía de que no estoy equivocado.
El PSOE no debe temer a la demagogia podemita porque si se supera la crisis, el populismo de Pablo Iglesias igual que se ha hinchado se deshinchará
Al decir que van a tener que tragar el amargo sabor de la quina los partidos responsables (PP, PSOE y Ciudadanos), quiero decir que todos tendrán que dejar en la gatera sus instintos básicos y buscar un mínimo común denominador por el bien de España. La fórmula ideal sería una gran coalición, pero como no se pueden pedir peras al olmo bastaría con que Ciudadanos diera el “sí” a Rajoy y el PSOE se abstuviera con los justos y necesarios votos para poder investir a Rajoy. Y que en la legislatura el Gobierno se comprometiera a pactar sus leyes. El PSOE no debe temer a la demagogia podemita porque si se supera la crisis, el populismo de Pablo Iglesias igual que se ha hinchado se deshinchará. El riesgo está en que no se supere la crisis, pero una vida sin riesgo no merece la pena ser vivida.
España camisa nueva de mi esperanza… Los tres partidos se llenan la boca con esa palabra, como antaño hizo el franquismo con la camisa vieja. Palabra taumatúrgica con extraños poderes: a la mayoría de españoles seduce, y los españoles que no sienten lo que son, abominan. Desgraciadamente, España es una palabra prodigiosa.
Que España necesita con urgencia un Gobierno estable de cuatro años salta a la vista. Si ir a unas terceras elecciones garantizara esa estabilidad. ¡Maldita sea su estampa! y vayamos repetir tres veces las mismas elecciones como esos estudiantes que suspenden en junio, en septiembre y deben acudir en febrero en el que el tribunal examinador rebaja la exigencia, pero no hay visos de que unas terceras elecciones rebajen las exigencias de la cerrazón de quienes se mantienen con el “no” y “no” a quien ha ganado las elecciones.
España tiene que dar señales de que es un país estable y seguro, que invertir en ella no es un riesgo sino una garantía
Ciudadanos dice que el que tiene que dar el paso es el PSOE, pero el partido a Albert Rivera corre el riesgo de deshacerse como un terrón de azúcar en una taza de café caliente. Rivera es joven, tiene sueños de grandeza, pero no puede perder de vista la realidad que lo sustenta: dos terceras partes de sus votantes proceden del PP y han dejado de hacerlo porque algo huele podrido, y el olor no viene de Dinamarca sino de Genova, distrito barrio de Salamanca… Pero volverán al redil aunque sea tapándose la nariz porque el envite no es de un partido u otro, sino del futuro de España.
No hablo del acuciante órdago separata porque la Administración general del Estado tiene una tecnoestructura capaz de frenar con los instrumentos de la democracia, no los de la demagogia, a los boy scouts indepes que pretenden echarse al monte sin abandonar sus poltronas; sino de proseguir con la consolidación del empleo porque las naciones actuales no son independientes, sino interdependientes y España tiene que dar señales a Europa y al mundo desarrollado de que es un país estable y seguro, que invertir en ella en la era de la globalización no es un riesgo sino una garantía. España no es Turquía ni Brasil.
Por eso hay que exigir a los partidos constitucionales menos táctica y más patriotismo aunque Rajoy, Sánchez y Rivera tengan que comerse sus palabras con patatas aunque no sean gallegas, sino alemanas. Pero hay que hacerlo por los españoles.
No he acabado con lo que me pedía el cuerpo, con la palabra España porque, como titulo este artículo, desgraciadamente, España es una palabra prodigiosa.
PD: Este artículo fue escrito horas antes de que Rivera anunciara sus condiciones a Rajoy, pero el autor no ha querido tocar una coma.