Hay en Cataluña la creencia, bastante extendida, de que somos la leche, el ombligo del mundo que solo hace que mirarnos asombrado y que “ya se van a enterar de quiénes somos nosotros en la Casa Blanca”. Mientras tanto, el llamado, en términos kafkianos, como proceso para la independencia asemeja una interminable colección por fascículos de las que no tienen final, tropecientos mil números de la enciclopedia del bricolaje o del apasionante tema de la fauna ibérica. Aunque parezca mentira, más allá de todo ello hay muestras de vida inteligente en Cataluña, gracias en buena medida a los esfuerzos de la CUP y del señor Homs, porque si no esto sería tan aburrido como Baden-Baden, pero sin orquesta de señoritas que amenice el té danzante.
Así que coincidiendo con la masacre de Niza, por ejemplo, el Parlamento catalán tuvo la brillante idea de aprobar una declaración por la cual Cataluña se declaraba desmilitarizada y mandaba al ejército español a hacer puñetas. Los catalanes esperamos la llegada de un submarino nuclear chino al puerto de Barcelona, como alguien propuso en TV3, para que nos proteja. Ya puestos en faena de arreglar el mundo-mundial, como si estuviéramos departiendo en amable tertulia en la barbería, sus señorías aprobaron una solemne declaración a favor de la continuación de la misión de las Naciones Unidas para el referéndum del Sáhara. Una idea realmente encomiable sobre todo teniendo en cuenta la gracia que le habrá hecho al Gobierno de Marruecos y a los 214.000 ciudadanos de ese país que viven entre nosotros y que representan el 20% de los extranjeros. La colonia más numerosa. Pero que no pare la fiesta.
Me quedé más tranquilo al saber que nuestra cámara legislativa había dado luz verde a una iniciativa popular, presentada por los consumidores de cannabis
La verdad es que me quedé bastante más tranquilo al saber que nuestra cámara legislativa había dado luz verde a una iniciativa popular, presentada por los consumidores de cannabis. Por si nos quedaba alguna noble causa sin abrazar, la señora Ada Colau, procedió a inaugurar el llamado “Contador de la Vergüenza” que tiene el aspecto de los que establecen el turno en las charcuterías y que según la señora alcaldesa actualizará las víctimas conocidas ahogadas en el Mediterráneo, nada menos que en tiempo real, es decir al instante. Una cosa de una gran utilidad, por lo visto.
Todo tiene un aire como déjà vu, como cuando las ocupaciones del rectorado de la universidad de antaño y se enviaban télex de solidaridad con la Cuba de Castro o el régimen de Vietnam. A mí me recuerda la anécdota producida poco antes de entrar las tropas de Franco en Barcelona. En una reconocida y concurrida casa de lenocinio de la ciudad había colgado en la pared un cartel de propaganda, en donde aparecía un enorme dedo índice acusador que inquiría a los espectadores: “¿Y tú qué has hecho por la victoria?” Una mano anónima escribió debajo: “Ponerle un piso a la Engracia”.