Siempre he pensado que el dinero público debe ser gestionado por personas con un mínimo de conocimiento, pero, en todo caso también en ciertos cargos, con un mínimo de sentido común. Sobre el nuevo community manager de Carles Puigdemont podríamos decir muchas cosas. Ciertamente, visto lo visto pocas positivas. En confianza, no he encontrado ni una que valga la pena. Lo que es bien triste para alguien rondando los 30 años.
El individuo estuvo seis años matriculado en la universidad pero fue incapaz de acabar la carrera de Derecho. Ya saben, a lo Puigdemont. Pone “estudios de Derecho” en su currículum para confundir al personal. Curiosamente, fue en la misma Universidad de Gerona donde el bachiller Puigdemont fue incapaz también de finalizar la suya.
En su historial alardea de su paso por la empresa privada. Seguramente fue antes de los 15 años, en un sueño, o en un McDonald’s; respetable, por cierto. De lo contrario, es difícil cuadrarla en una hoja de servicios repleta de cargos públicos. Algunos no consideramos dar clases particulares como currículum profesional. Ya ven el típico hijo de papa que ha encadenado cargos públicos desde su juventud gracias a su militancia, no a su capacidad. Decimos hijo de papa ya que alardea en algún artículo de que su padre fue amenazado por ETA. ¿Quizá otra fantasía?
Alguien con una categoría A en la Generalitat, sin tener el título de licenciado
El chico ha pasado por el Ayuntamiento de Gerona, donde son conocidos sus enfrentamientos con la CUP. No parece un hombre de consenso. Allí, su momento más conocido fue la denuncia pública por la colocación a dedo de su pareja. La pareja, Alexandra Cantos, desmintió la información… confirmándola. Una forma cuanto menos curiosa de rebatir ciertas informaciones.
Leyendo lo anterior todos pensaríamos que estamos delante del típico escalador de lo público: aquel personaje cuya vida se mueve esencialmente alrededor del dinero de todos. Alguien sumando currículum a costa del esfuerzo de los profesionales de verdad. Alguien con una categoría A en la Generalitat, sin tener el título de licenciado. En el fondo, una persona muy común en la triste Cataluña intelectual actual. Pero hay más.
Cuando uno escribe debe velar por lo que escribe. Algunos que llevamos años haciéndolo podemos equivocarnos, decir tonterías, e incluso cambiar nuestros argumentos. Pero no sufran, en mi caso, de momento –nunca se sabe (sic)- no me afiliaré al partido de Mas. Tampoco nunca jamás se me ocurriría criticar un país entero o ejercer de antisemita, o antiárabe. Cada uno tiene su posición y es un tema complejo. Por mis vivencias, y pasado, a mi me apasiona. Creo conocer ligeramente el tema.
Pero claro Aleix Clarió no piensa igual. Tiene el dogma de la fe. La verdad absoluta. En su serie de artículos de 2011 escribe cosas como “Israel no acaba de ser consciente de lo que hace, o su doctrina es una mezcla entre la locura de Hitler y la táctica de Stalin”, “los israelíes son enfermos… con solo odio en su corazón” o “la consumación de las aspiraciones judías fue gracias a Adolf Hitler”. En fin, no se qué opinará Pilar Rahola del personaje, pero no parece la persona más adecuada para llevar una cuenta presidencial.
Como colofón, el tipo añade además un día a la guerra árabe israelí de los 6 días
Pero su cultura histórica es, además, nefasta. Escribe: “Cinco son las guerras que ha provocado Israel: la de 1948 contra los países islámicos”. Cualquiera con un mínimo conocimiento histórico sabe que esa guerra no fue precisamente iniciada por Israel. Lo de confundir países árabes con islámicos ya es simplemente un pecado de juventud inculta. Demasiadas conversaciones de bar, y pocas lecturas de diarios. Quizás si leyera sus denostados periodistas de medios como El País, El Mundo o al mismo Hermann Tertsch, corresponsal internacional bien reconocido, por citar a los vilipendiados en su tuit aprendería algo.
Como colofón de su gran conocimiento, el tipo añade además un día a la guerra de los 6 días árabe israelí. La convierte en guerra de los 7 días. Vamos, unos proclamaron el milagro de los panes y los peces, y el amigo Clarió simplemente alarga las guerras.
Podíamos alargarnos más. Pero, ciertamente, personajes tan zafios, con un nivel cultural tan bajo, son indignos de ser categoría A en el cuerpo de funcionarios de la Generalitat. Ya no solo por no cumplir con la formación mínima exigida, licenciado, sino por su inexperiencia, clara manipulación de la historia, y pensamiento claramente antisemita. Para evitar dudas, hubiera sido igual de crítico si ese pensamiento hubiera sido anti árabe o anti cualquier otra línea política democrática. El capítulo se sus críticas e insultos a lo español lo dejamos para otro día. Eso es algo tan habitual en los cuadros actuales de los dirigentes a dedo de la Generalitat que ciertamente ya no sorprende.
Lo de este tipo avergüenza. Hasta los más independentistas como Pilar Rahola deberían preguntarse por el personaje. Esperemos también que la embajada de Israel critique formalmente esta designación. Nadie puede permitir un cargo público que compara a Israel con Hitler o Stalin. Nadie puede pagar un sueldo público a alguien que escribe Israel es un pueblo enfermo, o peor, que son lo que son gracias a Hitler. Ni Puigdemont puede tener esa licencia. Clarió, lo serio, sería dimitir y buscar un trabajo no público. Verá que en el mundo real, tonterías las justas.