Las cotizaciones de los bancos españoles han registrado las últimas jornadas algunas alzas, después de que el abogado general de la UE dictaminara que no habrán de devolver todo lo que han cobrado de más por la aplicación de las llamadas “cláusulas suelo”.
Pese a esta ligera recuperación, en el año que ahora corre encajan fuertes caídas, para desesperación de los millones de ahorradores privados que tienen depositado su peculio en las entidades. Los desplomes oscilan entre el 16% del Santander y el aparatoso 58% del Popular.
Asistimos a una especie de mundo al revés y a una peculiar expresión de la ley del embudo: cuanto peor marcha el Ibex, mayores sueldos reciben los dirigentes de las compañías cotizadas
Los analistas siempre tienen una explicación para el vaivén de los cambios. En la presente ocasión atribuyen los derrumbes a un variado repertorio de factores. Figuran entre ellos la incertidumbre por la salida de Gran Bretaña de la UE, la crisis bancaria italiana, los bajos tipos de interés imperantes --que dificultan el negocio-- y las incógnitas políticas surgidas en España tras las elecciones generales.
Lo cierto es que hace mucho tiempo que llueve sobre mojado en el sistema financiero. La debacle que se vive este presente año sobreviene tras 2015, que ya dejó secuelas tormentosas. En efecto, el pasado ejercicio todos los bancos celtibéricos tuvieron descensos abultados. La entidad más dañada fue el Santander, con un 34%, y la que menos Bankia, con un 13%. Entre uno y otro extremo, el Popular y Caixabank se dejaron un 26%, el Sabadell un 25% y BBVA, un 14%.
Sus respectivas mesnadas de socios encajan en los postreros 18 meses una ruina latente devastadora. En crudo contraste, las pagas que vienen cobrando los máximos jerarcas de esas instituciones no sufren merma alguna, sino todo lo contrario.
Los banqueros, como si el hundimiento bursátil no fuera con ellos, están cobrando hoy las mamandurrias más crecidas de la historia. Asistimos, así, a una especie de mundo al revés y a una peculiar expresión de la ley del embudo: cuanto peor marcha el Ibex, mayores sueldos reciben los dirigentes de las compañías cotizadas.
Excluyendo a Bankia, que tiene limitada por ley la retribución de su plana mayor al haber recibido ingentes ayudas públicas, los cinco bancos restantes abonaron el año pasado a sus consejeros, por todos los conceptos, la friolera de 106 millones de euros. Esta cantidad es un 51% superior a los 70 millones satisfechos en 2014. A la vista del naufragio de la bolsa, semejante generosidad no puede por menos que resultar un escarnio.
A los inversores de BBVA, mantener su consejo de administración les costó 45 millones el pasado ejercicio; a los del Santander, 36 millones; a los del Sabadell y Caixabank, que en estos asuntos son de suyo más comedidos, 11,6 y 8 millones, respectivamente. El más moderado fue el Popular, con 5,3 millones.
Distinción extravagante
Probablemente el caso más desvergonzado sea el del banco vasco. Su gran timonel Francisco González es presidente único desde diciembre de 2001. Por tanto, dentro de cinco meses cumplirá tres lustros consecutivos en el puente de mando.
En este tiempo, ha batido todas las marcas a la hora de arramblar emolumentos, hasta el punto que ha llegado a ingresar la friolera de 150 millones. Mientras sus bolsillos se llenaban de dinero a costa de las arcas corporativas, el título ha experimentado una demoledora pérdida del 61%. No hay precedentes de que un mandato tan desastroso se haya premiado con tamaña esplendidez.
No hay precedentes de que un mandato tan desastroso se haya premiado con tamaña esplendidez
Y hete aquí que hace muy pocos días la revista británica Euromoney ha tenido la ocurrencia de designar a González “banquero del año”. Según la prosa pedestre e indigesta de dicha publicación, “es apropiado que el premio recaiga en un líder del sector que, además de llevar más de una década hablando del desafío tecnológico en la banca, ha posicionado el banco no solo para sobrevivir en esta nueva era, sino para también triunfar en ella”.
A buen seguro, los esquilmados titulares de acciones del BBVA se habrán quedado perplejos al leer semejantes alabanzas. Visto el estado comatoso de sus títulos en las pizarras de cambios, doy en pensar que jamás galardón alguno estuvo menos justificado.