Pintan bastos en lo que queda de Convergència Democràtica de Catalunya. El traicionero Toni Castellà se ha salido con la suya y no se ha podido registrar el nuevo nombre de la secta por parecerse demasiado al de los tránsfugas de can Duran. No es de extrañar. Como ya les comenté, Partit Demòcrata Català es una birria de nombre que no quiere decir nada. Aunque es poco probable que el Astut y los suyos me hagan el menor caso, vuelvo a proponerles el de Partit Nacionalista Català, que es de una sinceridad aplastante y ni confunde ni engaña a nadie. Dicha denominación, además, nos permitiría referirnos a ellos con uno de esos simpáticos motes que ya tienen los demás partidos: a los sociatas y a los peperos se unirían los nacis, apelativo cariñoso que a nadie debería indignar.
El nombre de Partit Nacionalista Català nos permitiría referirnos a ellos con uno de esos simpáticos motes que ya tienen los demás partidos: a los 'sociatas' y a los 'peperos' se unirían los 'nacis', apelativo cariñoso que a nadie debería indignar
Pintan bastos hasta en lo que queda de la representación internacional del nacionalismo burgués. Fijémonos, si no, en el señor Ramon Tremosa, que se quiere salir del grupo ALDE porque no quiere formar parte de un club en el que aceptan a los fachas de Ciudadanos. O esa es su excusa, pues lo que le pasa a Tremosa es que está harto de que los representantes de Rivera en la Eurocámara le hagan la vida imposible. ¡Con lo bien que vivía antes de que aparecieran esos aguafiestas! Pero desde que están, ya no puede hablar solo contra la pérfida España ni enviar notas de queja a los demás diputados, pues en seguida saltan los de Ciudadanos para llevarle la contraria y decirles a los receptores de los mensajes que no le hagan caso, que el pobre Tremosa no está en sus cabales y es un mentiroso compulsivo. Idéntico trato recibe el profundo pensador contemporáneo Josep Maria Terricabras, pero parece que tiene más aguante que su amigo el convergente, ya que no se ha sumado a su petición.
Pintan bastos hasta en el despachito desde el que Jordi Pujol ha emprendido una carrera de bloguero al frente de la Associació Servil (perdón, Serviol). Salvo sus fans más acérrimos, todo el mundo se ha tomado a pitorreo los intentos de lavar su buen nombre, narrados de forma franciscana --como si un evasor de impuestos tuviese algo que ver con el pobrecillo de Asís-- y llamados inútilmente a generar empatía en la población. Pujol llega tarde al papel de víctima de las cloacas del Estado. Y además, ahora ese papel se lo hacen interpretar a Leo Messi, prototipo del millonetis que no suelta un euro ni que lo maten, en cuyo castigo hay quien ve un nuevo ataque a Cataluña... Definitivamente, corren malos tiempos para los nacis.