No entiendo la lógica de la CUP. Ni ganas. Me temo que sería enviado a un campo de reeducación en el caso que consiguieran el poder, así que tampoco voy a intentar comprender las razones que les mueven. No me reconforta que la CUP se mueva exclusivamente por ideología, y no por la pasta y el poder, que es el único norte de las formaciones que integran Junts pel Sí. Si me van a acabar deportando o marginando, me da igual que sea por una aparente visión pura de la política o por mantener el chiringuito controlado.
La CUP está consiguiendo un protagonismo mediático muy por encima de su apoyo popular
Los defensores de la fe anticapitalista a cualquier precio me inspiran la misma confianza que Torquemada. Nunca he comulgado con los que quieren salvar mi alma, sea espiritual o política, a golpe de hoguera, y no mediante la persuasión. A los dirigentes de la CUP solo les falta ir piso por piso para vendernos su fe y darnos sus folletos o su revista, y si nadie abre la puerta, tirarla abajo y ocupar la vivienda.
La CUP está consiguiendo un protagonismo mediático muy por encima de su apoyo popular. Que partidos como Ciudadanos, que duplican su número de escaños, apenas existan para muchos medios indica el nivel de sectarismo de parte de la prensa catalana. Y los anticapitalistas están aprovechando esta atención para difundir su agenda, su 'Atalaya' particular, entre copas menstruales, crianza de niños en tribu o su apoyo a la okupación.
CiU y ERC han potenciado a la CUP, que está jugando sus cartas con inteligencia. Frente a unos partidos que han cambiado la ideología por el interés, los anticapitalistas van a por todas. Al final, los antisistema dejarán tirados a Junqueras y Mas porque tienen su propia hoja de ruta en la que las formaciones nacionalistas tradicionales no tienen cabida.