Es innegable que el procés separatista iniciado personalmente por el señor Artur Mas ha convertido la Comunidad Autónoma catalana en un campo de experimentación de la transición hacia la independencia, en el que el Gobierno vasco del PNV, presidido por Iñigo Urkullu, se ha limitado a observar, para ver cómo acaba toda la historia de la trama política independentista.
Sin darse cuenta, el señor Mas se ha convertido en el conejillo de indias del lendakari, que se ha limitado a observar lo que acontece en Cataluña con el experimento secesionista
De esta forma, si Cataluña consigue su independencia, es muy probable que el nacionalismo vasco inicie un camino similar. Sin embargo, las aguas suelen volver a su cauce natural, y parece ser que el procés quedará en "no res" --como decimos en nuestra lengua-- y, además, el mismo procés ha desembocado en que sus principales agentes acaben "procesats" --entre ellos el señor Mas-- por la convocatoria de la consulta ilegal de 9 de noviembre de 2014.
Sin darse cuenta, el señor Mas se ha convertido en el conejillo de indias del lendakari, que se ha limitado a observar lo que acontece en Cataluña con el experimento secesionista. De esta forma se ha erigido en científico de la realidad política catalana, comprobando con su observación los siguientes resultados empíricos:
1º - La aventura le ha costado a Mas su cargo de presidente.
2º - La coalición CiU se ha disuelto.
3º - Sangría incontenida de votos de Convergència.
4º - Convergència, al borde de la desintegración, cambia su nombre para intentar subsistir como partido político.
5º - Existen posiblidades reales que el señor Mas sea condenado e inhabilitado penalmente.
6º - Se ha puesto al Parlament y al Gobierno de la Generalitat en manos de la CUP.
7º - Existen serias posibilidades de que en las próximas elecciones autonómicas el presidente de la Generalitat se llame Arrimadas, García Albiol o Iceta.
Urkullu ha visto cómo la aventura del señor Mas ha resultado un desastroso experimento político, constatando que un solo hombre no sólo puede destrozarse a sí mismo como político, sino que además puede arrastrar a su propio partido en su caída.
Como es lógico, el señor Urkullu, teniendo bien presente que tiene elecciones autonómicas en octubre, no desea seguir los pasos de su homónimo catalán, porque no quiere sentarse en el banquillo de los acusados y porque no quiere entregarle el poder en Euskadi a Bildu o, en el mejor de los casos, tener que depender de ellos. Por lo tanto, el procés catalán ha servido para colocar al PNV en un plano de moderación muy beneficioso, tanto para el País Vasco como para la política española.
Como dijo el jacobino Jean Paul Marat, que aunque muchos piensan que era francés nació en Suiza --país muy estimado por algunos convergentes, o como quiera que se llamen ahora--, "la revolución se come a sus hijos".