La independencia de Cataluña es un anhelo, aunque minoritario, perfectamente legítimo. Lo que debe preocuparnos no es la reivindicación independentista, sino la sustitución del debate por la manipulación de los sentimientos y la falta de rigor que nos impide analizar las consecuencias de una decisión tan traumática. El debate entre Josep Borrell y el conseller Junqueras es un claro ejemplo de lo antes apuntado.
Los independentistas no han sido capaces de abordar con seriedad y rigor las consecuencias de una hipotética secesión en el suministro energético
Los independentistas no han sido capaces de abordar con seriedad y rigor las consecuencias de una hipotética secesión en el suministro energético. Un ejemplo de ello es que la Biblia independentista elaborada por el Consejo Asesor para la Transición Nacional le dedica solo unas líneas. El secesionismo elude de forma consciente el debate y esconde los argumentos que lo refutan.
Cataluña es una de las regiones europeas con más dependencia energética, importa el 75% de la energía que consume; en 2011 la importación de energía suponía el 60,8% de su déficit comercial. La capacidad de interconexión de Cataluña con la red europea está lejos del 10% recomendado, y no solo es claramente insuficiente sino que además se hace a través de la REE (Red Eléctrica de España), por lo que habría que negociar con ésta la seguridad de suministro de toda España.
Analicemos brevemente el sector energético catalán. El peso de la energía de origen nuclear en el mix catalán es muy superior a la media europea y del resto de España, supone un 55% de la generación de energía eléctrica en Cataluña. Gran parte del resto de la potencia instalada es de combustibles fósiles, que tienen los costes de producción más elevados. Estamos a la cola de España en renovables, la generación de energía de origen eólica es solo del 6,7%, solo es relevante la de origen hidráulico, que supone un 12% de la potencia instalada. El retraso en renovables es consecuencia de prácticas clientelares, lo que en el sector se denomina el efecto Prenafeta, el equivalente al 3% en el mundo de las infraestructuras.
Cualquier modelo de "transición energética" que proponga el abandono progresivo de los combustibles fósiles y su sustitución por energías procedentes de fuentes renovables difícilmente se podría hacer a espaldas de España. Dado que las tres centrales nucleares catalanes contribuyen a estabilizar el sistema eléctrico español, cualquier intento de desmantelamiento de las mismas debería tener en cuenta que la REE es una red muy mallada de difícil desconexión.
Un ruego a "nuestros" independentistas: ¡Cuidado con jugar a la desconexión porque nos puedan dejar a oscuras!
La fuerte dependencia de Cataluña de la energía de origen nuclear nos obliga, al margen de cualquier consideración sobre esta tecnología, a detenernos en las consecuencias de la voceada desconexión. Temas como la gestión de residuos procedentes de las nucleares catalanas, la muy probable salida de organismos internacionales como la OEIA (Organismo Internacional de Energía Atómica) y el EURATOM, la continuidad de la sede en Barcelona de la Agencia Europea de Fusión del ITER (International Thermonuclear Experimental Reactor) y del sincrotrón Alba, que sin ser una instalación nuclear, es sin duda la estructura científica más potente de España, que permite el desarrollo de aplicaciones en el campo de la biología y la biomedicina, la nanotecnología, el medio ambiente... Todos estos son riesgos que si los soberanistas fueran responsables deberían analizar sin minusvalorarlos.
La secesión supone asumir unos riesgos enormes que deben evaluarse. Solo desde la cooperación y el dialogo con el Estado, no desde la ruptura, se pueden solucionar todos los problemas que Cataluña tiene planteados, también los energéticos.
Un ruego a "nuestros" independentistas: ¡Cuidado con jugar a la desconexión porque nos puedan dejar a oscuras!