¿Favorece el Brexit al independentismo catalán o, por el contrario, le perjudica? La postura del independentismo, necesitado de remontar el ánimo entre sus alicaídas filas, puede resumirse en las declaraciones del presidente de la Generalitat, Carles Puigdemont, quien se ha felicitado porque el referéndum en Gran Bretaña demuestra "que se puede ejercer la soberanía", "que una diferencia mínima es suficiente para tomar decisiones" y que la UE se aprestará a negociar con el Reino Unido para "minimizar los efectos de la decisión", como lo haría con Cataluña si su gobierno tomase una decisión unilateral. Esto último no lo dijo pero estaba implícito en sus palabras. Además, los independentistas ven con optimismo que el resultado del referéndum haya reabierto la petición de un nueva consulta en Escocia, territorio en el que ha triunfado ampliamente la permanencia en la Unión.
Siempre cabe la vía de hecho, pero las consecuencias de una decisión de ese tipo no son para nada ni amistosas, ni acordadas, ni regladas
¿Es plausible la interpretación que hace Puigdemont de los efectos del Brexit sobre la independencia de Cataluña y, más concretamente, sobre la viabilidad de la denominada "hoja de ruta del procés"?
A mí no me lo parece. De entrada, el Reino Unido no se ha independizado de nadie. El Reino Unido sí que es un Estado soberano reconocido internacionalmente. Y se ha limitado a aprobar interiormente un referéndum para que su gobierno inicie los trámites de salida de un de un club, la UE, en el que entró voluntariamente y cuyos trámites para irse están previstos en sus normas regulatorias. Nada que ver con las pretensiones de los independentistas catalanes. España es un país soberano, cuyas normas constitucionales no sólo no regulan la secesión de partes de su territorio sino que las prohíbe expresamente. Ello no significa que la secesión no sea posible legalmente, sino que previamente hay que modificar las normas constitucionales y establecer un procedimiento ad hoc. De hecho, algunos partidos políticos llevaban en su programa la modificación constitucional que permitiera la secesión. El que no hayan ganado las elecciones no es un argumento razonable para volver a la carga sobre vías unilaterales o para exigir a los contrarios a la secesión que "faciliten" los mecanismos legales para que sea posible. Eso sí, siempre cabe la vía de hecho, pero las consecuencias de una decisión de ese tipo no son para nada ni amistosas, ni acordadas, ni regladas.
Pero, al margen de que jurídicamente nada haya cambiado, ¿el Brexit crea mejores condiciones políticas para la secesión de Cataluña? Tampoco. Los referéndums nunca han sido considerados el mejor sistema para resolver cuestiones complejas. Lo que está ocurriendo en Gran Bretaña ratifica esta opinión. Mentiras, medias verdades, ambigüedades, falta de previsiones sobre las consecuencias de la decisión tomada, votos de protesta que nada tienen que ver con el motivo de la consulta, victorias pírricas que no representan sentimientos ampliamente mayoritarios ni duraderos... En definitiva, como ocurre en Cataluña, se trata de aprovechar el descontento de la población para ofrecer una salida mágica basada en falsedades, en ilusiones y en ocultar los costes del proceso. El voto es, sobre todo, un voto de castigo al gobierno de turno, a la realidad, un voto que expresa el malestar social más que adhesión a una realidad futura que nadie explica. Por ello, la utilización del referéndum como expresión máxima de democracia va a tener una menor recepción entre el ciudadano de buena fe. La reivindicación del referéndum como arma infalible de obtención de votos en Cataluña empieza su decadencia.
Los referéndums nunca han sido considerados el mejor sistema para resolver cuestiones complejas. Lo que está ocurriendo en Gran Bretaña ratifica esta opinión
El Brexit también ha permitido conocer el núcleo duro de los compañeros de viaje del independentismo catalán. Euroescépticos, extrema derecha, nacionalistas de diverso pelaje... han quedado perfectamente reflejados en la foto de familia. La independencia deja de representar lo democrático, lo moderno, lo progre, para convertirse en lo que es: la vuelta al pasado, la intolerancia, el aislamiento, las actitudes xenófobas.
Los independentistas piensan, o por lo menos afirman, que entramos en una fase en que se multilplicarán las peticiones de soberanía, ya se trate de Estados o naciones sin Estado, que la presión será imparable. Puede ser. Pero la Unión Europea, los Estados miembros y las opiniones públicas ya están sobre aviso. La ruleta rusa suele acabar mal. La salida de Gran Bretaña va a hacer a la UE todavía más insensible a apoyar, por activa o por pasiva, la implosión de sus Estados miembros. Por mucha simpatía que sientan en Bruselas por Escocia, esta habrá primero de independizarse de Gran Bretaña para pedir después su ingreso como país tercero. Lo que ahora será más difícil. No veo a los nacionalistas ingleses, ahora al mando, teniendo que bregar con la salida de la UE y, a la par, permitiendo la independencia de Escocia, y por qué no, de Irlanda del Norte o Gales. Sería un harakiri sólo comparable al de la Unión Sovietica y no hace falta detenerse en las diferencias de toda índole entre ambos casos. Y si realmente Europa salta por los aires, los Estados van endurecer la defensa de su integridad territorial, amén de abrirse las puertas a conflictos que creíamos superados pero que ya empiezan a no ser tan inimaginables como hasta hace muy poco. Volver a una situación política en Europa que recuerde a los años treinta del siglo pasado no será, sin duda, muy popular si la población, hasta ahora escéptica y preocupada por el día a día, empieza a verle las orejas al lobo.
La independencia deja de representar lo democrático, lo moderno, lo progre, para convertirse en lo que es: la vuelta al pasado, la intolerancia, el aislamiento, las actitudes xenófobas
Por último, el Brexit ha tenido otra consecuencia desfavorable para los independentistas. Los partidarios del Remain que, como los no secesionistas en Cataluña, han asistido durante años en silencio a las campañas nacionalistas, se han movilizado a posteriori con manifestaciones, declaraciones y recogidas de firmas, cuando han visto que las cosas van en serio. Una buena lección para políticos y ciudadanos que no comulgan con la secesión. El silencio, el dejar hacer, el no plantar cara, el coquetear por motivos políticos tácticos, la equidistancia, las cesiones, el no movilizarse, son letales para los intereses de quienes así actúan. A ver si por estos lares aprendemos de la experiencia.
En conclusión, es comprensible que el nacionalismo trate de aferrarse al Brexit para impulsar un movimiento en horas bajas. Pero no creo que, objetivamente, el referéndum en el Reino Unido mejore para nada ni sus apoyos internacionales, ni sus aliados de conveniencia en España. Al contrario. Y menos si desde Cataluña y el resto de España tomamos nota y combatimos ideológicamente al secesionismo desde gobierno, partidos y ciudadanos sin esperar a que sea demasiado tarde.