El lunes, al despertar y ver el resultado electoral, me entraron ganas de eliminar mi artículo de la noche electoral ('Rajoy y Sánchez se tendrán que ir para que haya gobierno'). De hecho. no lo colgué en Facebook y Twitter como hago habitualmente a la mañana siguiente. Mi patinazo tiene una explicación.
El discurso socialdemócrata de Errejón, un lobo disfrazado de abuelita, buscando comerse el quesito socialista ha echado para atrás a un millón de votantes antisistema con instintos cainitas
Metido en harina y apremiado por el tiempo durante el domingo cavilé el tono. Empecé a escribirlo a las diez y lo envié a las diez y media cuando el escrutinio estaba al 60%. En ese momento el PP había ganado diez escaños y Ciudadanos había perdido ese número, por lo que en ese momento parecía claro que se había producido la ley de los vasos comunicantes.
Me acosté porque estaba hecho polvo, y al despertar me quedé hecho polvo viendo lo inapropiado del título que mereció pasar inadvertido por las redes sociales... Así que lean este escrito como una rectificación.
El lunes estuve atento a lo que había acontecido con ocho horas de retraso con la sensación de haber perdido el tren y descubrí muchas cosas: la decepción de los podemitas porque a las ocho de la tarde las israelitas le pusieron el pastel de nata en los labios, pero era virtual.
El mismo pastel se lo pusieron a ERC, que doblaba en escaños a sus enemigos íntimos: CDC. Por eso las declaraciones positivas de Junqueras eran falsarias, mientras que la del chico de los recados de Artur Mas eran sinceras porque habían visto las orejas del lobo.
Por eso los socialistas estaban contentos, porque habiendo perdido cinco escaños no habían sufrido el descalabro de verse superados por los descamisados de Atila. El zaragozano Echenique decía que no entendía el varapalo recibido. Pues yo sí lo entiendo: el discurso socialdemócrata de Errejón, un lobo disfrazado de abuelita, buscando comerse el quesito socialista ha echado para atrás a un millón de votantes antisistema con instintos cainitas.
Sin el 'Brexit', el PP habría ganado las elecciones, pero no con ese diferencial; el 'FernándezGate' le ha permitido recuperar miles de votos de Ciudadanos
El catacrac de Albert Rivera --lo siento por sus votantes, no tanto por él-- fue merecido porque es un pipiolo que aún tiene mucho que aprender en la política. Habla como si no fuera consciente de que dos terceras partes de sus votantes proceden del PP y tienen su corazón dividido entre dos afectos. El pacto con el PSOE no es que les haya hecho gracia, pero lo que menos gracia les ha hecho es que dijera que, si de su voto dependiera, Rajoy no será presidente, y como si fuera un majadero lo repetía al día siguiente tras ese golpe sobre la mesa de Rajoy. Me temo que el fotogénico Rivera no ha aprendido la lección. Me quedo con Arrimadas. Bueno, ya me entienden...
Como pasa siempre, y siempre pasará, todos han llevado el agua a su molino y un amigo de Facebook, de la otra acera política, me decía con sorna que al PP sólo le habían faltado dos corrupciones más para haber sacado mayoría absoluta. Rematando su chufla con que por eso mismo hay que irse de esta España moralmente tan corrupta.
La explicación del voto vergonzante del PP (lo calificó así porque un 20% de sus votantes dijeron en las israelitas que habían votado otra cosa) está en una suma de cosas, suficientemente importantes como para taparse la nariz por la corrupción: sin el Brexit, habrían ganado las elecciones, pero no con ese diferencial; el FernándezGate les ha permitido recuperar miles de votos de Ciudadanos ('Sólo los cínicos se escandalizan del ministro Fernández'). La percepción de mejora económica, aunque sea lenta, avanza. Es más fuerte que el 20D.
En definitiva, España se siente más segura con Rajoy.