Definitivamente, la sociedad británica ha decidido abandonar la Unión Europea en un claro triunfo de lo emocional sobre todo tipo de advertencias negativas acerca del futuro de la economía del Reino Unido y que tiene su traslación sobre la pretendida independencia de Cataluña del Reino de España.
De poco han valido los avisos tremendistas sobre el futuro de la economía británica, lanzados durante la campaña del referéndum en el caso de triunfar el Brexit y a la postre, una mayoría de los británicos han preferido votar contra el intervencionismo, la burocracia o el déficit democrático de Bruselas que a favor de su futuro económico, que ha sido pintado de un negro intenso por diferentes instancias e instituciones británicas, europeas o mundiales.
De poco han valido los avisos tremendistas sobre el futuro de la economía británica, lanzados durante la campaña del referéndum en el caso de triunfar el 'Brexit'
Desde el primer momento, la economía ha sido el eje sobre el que ha girado la campaña de quienes eran favorables a la permanencia británica en la UE, recordando a los súbditos de Su Graciosa Manejad que, de triunfar el Brexit, el PIB podría reducirse entre el 6% y el 9,5%, y la economía entrar en recesión.
Atrás quedan las advertencias del Banco de Inglaterra, del BCE, del FMI o de la OCDE que han resaltado hasta la náusea la costosa factura económica que debería afrontar el Reino Unido en caso de que el “sí” a la salida de la UE se confirmara. Atrás quedan las palabras de Obama recordando a los habitantes de las islas que si triunfaba el Brexit el país perdería influencia y se pondría “al final de la cola” para alcanzar un acuerdo comercial bilateral con EEUU. Atrás quedan las advertencias de 1.200 líderes empresariales, incluidos los de 50 compañías del índice de la Bolsa de Londres, banca incluida, instando públicamente a los votantes a apostar por el Bremain. Atrás quedan, en definitiva, tantas y tantas razones contrarias a la salida de la UE, pérdida de 100.000 puestos de trabajo, empobrecimiento del país o deslocalización de empresas, que no han logrado el objetivo buscado y a los que los ciudadanos británicos han dado la espalda al decantarse, a través de sus votos, por los sentimientos y las emociones.
La nostalgia del imperio perdido, una inmigración que algunos consideran descontrolada, el temor a la pérdida de independencia y soberanía, el miedo ante el terrorismo, la ola migratoria de refugiados o las desigualdades han pesado mucho más que las pesimistas razones económicas en la clase trabajadora menos cualificada y la clase media baja, los que más han sufrido en la crisis, que culpan a Bruselas de todos los males y han optado definitivamente por un peligroso mix en el que se entremezclan el nacionalismo exacerbado, la eurofobia, el egoísmo, la insolidaridad, el cheque británico que ahora tendrán que pagar el resto de los miembros de la UE y el populismo que han terminado por imponerse en el referéndum del día 23.
El proceso vivido en el Reino Unido, como consecuencia de la muy criticada por irresponsable decisión del premier Cameron de convocar referendos como el que frecuenta un fish & chips, ha encontrado su paralelismo en España, en donde se trata desde siempre de atemperar el movimiento independentista catalán con argumentos de carácter económico en donde se mezcla la salida de la UE, la deslocalización de empresas, la caída del PIB y un sinfín de perversas consecuencias sobre el votante catalán que no parecen merecer el interés de los independentistas catalanes que prefieren moverse por las emociones y los sentimientos que por otro tipo de argumentos y que a la hora de optar entre el seny (la sensatez) y la rauxa (vehemencia/arrebato), optan por ésta última.