Yo también soy de los que creen que Jorge Fernández Díaz debería ser cesado, pero no por las conversaciones con el obsequioso Daniel de Alfonso, sino porque lleva tiempo acumulando motivos para ello. Vamos a ver, si yo soy el presidente del Gobierno y el ministro del Interior me viene con que se le ha aparecido la virgen en Las Vegas, dispone de un ángel de la guarda particular llamado Marcelo que le ayuda aparcar el coche y piensa convertir a Marhuenda en comisario honorífico de la policía nacional, me deshago de él de una patada en el culo, pues no estoy dispuesto a dejar la seguridad de los españoles en manos de un místico de chichinabo que ve visiones.
Sorprenderse de que el ministro del Interior hoce en la basura a la busca de perlas con las que jorobar a los enemigos de la patria solo puede ser una muestra de ingenuidad o, más probablemente, de cinismo
Por lo que respecta al señor De Alfonso, solo puedo decir que dirige un ente inútil y carísimo de mantener que no detecta un fraude ni que lo tenga ante las narices, tal vez porque quienes lo crearon y lo controlan son los mismos que deberían ser investigados a fondo.
Lo que no me parece de recibo es escandalizarse ante la conversación entre ambos personajes, como han hecho nuestros nacionalistas en la línea del capitán Renault de Casablanca durante la secuencia de la redada, cuando exclama las palabras que dan título a esta columna justo antes de que un empleado del local le pase un sobre con su tajada. El ministro del Interior es, por definición, el guardián de las cloacas del Estado, el máximo inspector de alcantarillas de la nación, y conspirar contra los que quieren cargarse ese Estado y esa nación es, en su caso, una obligación laboral (la sobreactuación patriótica del señor de Alfonso resulta servil y ridícula).
Sorprenderse de que el ministro del Interior hoce en la basura a la busca de perlas con las que jorobar a los enemigos de la patria solo puede ser una muestra de ingenuidad o, más probablemente, de cinismo. El problema es que Fernández Díaz actúe como el regador regado de la película de los Lumiere y no se entere de que le están grabando (aunque eso igual lo ha aprendido de su jefe, que tampoco se entera nunca de nada, o eso pretende hacernos creer).
La actitud de virgen violada de nuestros separatistas es pura desfachatez. ¿Que los vigilan? ¡Pues claro que los vigilan! ¿Acaso no han anunciado a bombo y platillo sus intenciones de abandonar la casa común? Suerte tienen de la ineptitud de don Jorge, gracias a la cual igual pillan hoy algún voto más. Pero que sujetos tan turbios como Mas u Homs se quejen de que dos tipos igual de turbios les busquen la ruina es de un cinismo intolerable.