El pasado lunes asistimos al desnudo integral y argumental de Oriol Junqueras ante Josep Borrell en el debate de 8TV. El viernes nos desayunamos con el Brexit.
Farage también tuvo su 'momento Borrell', sucedió el mismo viernes del 'Brexit'
Josep Borrell desmontó uno a uno, con argumentos, informes y datos las falsedades del famoso déficit fiscal, la falacia de los “16.000 millones al año” o el inexistente mantra del 4% de limitación de solidaridad de los landers alemanes. Junqueras ni pudo ni intentó argumentar, simplemente balbuceaba, acorralado, que en todo caso, mucho o poco déficit, los catalanes teníamos derecho a decidir sobre nuestro futuro político.
Farage también tuvo su 'momento Borrell', sucedió el mismo viernes del Brexit. Una periodista le recordó su propio mantra de los 350 millones de libras que se van cada semana a Bruselas y que no vuelven al Reino Unido. Farage reconoció que la cifra no era exacta, y que era algo así como la mitad, sí, un pequeño error de cálculo. La bronca en directo de la periodista fue monumental. Le recriminaba con dureza su hipocresía por hacer de un argumento falso uno de los pilares de su discurso anti UE. Manipulación, le recordaba la periodista, que probablemente habría influido en la decisión de muchos votantes del Leave.
La diferencia entre uno y otro caso, es que Junqueras ha sido desenmascarado antes, y no después, como Farage.
Pero, y a parte de la manipulación de cifras y datos, ¿qué más tienen en común ambos políticos? Pues bastante. Farage y Junqueras comparten, les pese o no, una visión similar del mundo. La de un mundo en el que 'su' sociedad, puerilmente idealizada, en mi opinión, lucha por mantener sus esencias a la par que anhela recuperar el control de 'su riqueza'. Si no compartimos estaremos mejor.
Un mundo en el que 'su' sociedad es o sería más próspera, porque controlaría todos sus recursos, y dispondría y decidiría unilateralmente cómo administrar su riqueza de acuerdo con ese modelo idealizado de sociedad.
Asimismo, todo lo anterior parece no ser contradictorio con proclamar a los cuatro vientos que son modernos y globales, y que el mundo es su mercado. Mayor ejercicio de hipocresía o de ausencia de realidad es imposible. Y no sé qué es peor.
Los muy cosmopolitas Farage y Junqueras quieren participar del mercado único, pero, vaya, no quieren contribuir, ni sufragar los gastos de mantenimiento y de cohesión de dicho mercado
El Reino Unido vende casi la mitad de sus exportaciones al resto de la Unión Europea, algo parecido sucede con Cataluña con respecto al resto de España. Empresas con sede en Reino Unido participan y dominan sus respectivos sectores de actividad en el mercado único europeo; banca, energía, farmacia, seguros, servicios legales y de auditoria, etc. Lo mismo sucede exactamente con las empresas catalanas con respecto al mercado español.
Ambas circunstancias no son casuales; obedecen principalmente a la importancia y a las ventajas de pertenecer y compartir un mismo espacio jurídico, arancelario y económico. Un mercado integrado en definitiva que potencia el intercambio de bienes y servicios, así como la circulación de personas (el talento). Aunque en el caso catalán, el mercado español está incluso mucho más unificado, regulatoria y fiscalmente, de lo que representa el mercado común de la UE.
Aún así, los muy cosmopolitas Farage y Junqueras quieren participar del mercado único, pero, vaya, no quieren contribuir, ni sufragar los gastos de mantenimiento y de cohesión de dicho mercado. Que los pague otro, yo estoy aquí de visita y para lo que me interesa. Vengo a servirme no a servir.
Lo que pretenden Farage-Junqueras es una vuelta, perversamente actualizada, al mercantilismo proteccionista inglés de los siglos XVI-XVIII. Pero esta nueva versión 2.0 del mercantilismo --la primera ya fue enterrada por Adam Smith-- evoluciona hacía un mercantilismo fiscal; me interesa esto del mercado único, el libre intercambio y la eliminación de barreras, pero no quiero sufragarlo, o en todo caso pagaría lo que me interesa.
Señores Farage-Junqueras, la creación y mantenimiento de un mercado único no está exento de corresponsabilidad. Si participas y te beneficias de un mercado integrado es lógico y justo que contribuyas, y hasta es inteligente que participes en su regulación (compartir soberanía). De lo contrario, aparte de que se te limitaría o no se te permitiría participar, corres el riesgo de que la regulación de ese mercado no te sea propicia.
Las propuestas de Farage y de Junqueras, son tan puerilmente egoístas como ineficaces. El mercado único exige compartir recursos y soberanía, de lo contrario dicho mercado único sería inviable, y no beneficiaría a nadie.
El modelo Farage-Junqueras se basa en un insolidario e insoportable; me beneficio del todo, pero no participo ni ayudo con los gastos del todo. Algo que, en todo caso, el resto de miembros del mercado único no te permitirán.
El modelo Farage-Junqueras se basa en un insolidario e insoportable
Lamentablemente, el Brexit desnudará, de nuevo, la falacia Farage-Junqueras. La salida del Reino Unido de la UE y de su gran mercado único provocará el traslado de la sede fiscal de muchas empresas, tanto locales como de multinacionales instaladas en el Reino Unido, hacía países de la UE. Ya sea por conveniencia o por obligación legal (mercados regulados), muchas empresas con sede fiscal hoy en el Reino Unido se partirán en dos o directamente trasladarán su sede fiscal a Irlanda o la Europa continental.
Esta inesperada y turbulenta mudanza acarreará irremediablemente un descenso, de difícil cuantificación ahora, de su actividad económica, de su PIB, de sus ingresos fiscales y por ende de puestos de trabajo. No se puede estar en misa y repicando.
Todos saldremos perdiendo, pero el que se va, sufrirá mayores repercusiones, ya que aparte de no aprovecharse de las ventajas de tales beneficios, los supuestos ahorros no superarán los costes de la ruptura; nuevas barreras, traslado fiscal de empresas y caída de la tributación y de puestos de trabajo. Al fin y al cabo, se trata de dos sistemas legales y tributarios, dos mercados, uno de 65 millones (UK) y otro de 450 millones (UE sin UK) compitiendo por el mayor número de contribuyentes, ¿qué puede salir mal?
Al final, todo se puede resumir en la siguiente parábola; si una persona con ingresos altos, y por lo tanto con una elevada carga fiscal se quejase amargamente ante Farage-Junqueras de lo injusto que es pagar tantos impuestos, máxime considerando lo poco que utiliza los servicios públicos, Farage-Junqueras no dudarían en recomendarle; “Si no quieres pagar tantos impuestos, lo mejor es que dejes el trabajo y te vayas a casa, ya verás qué bien estarás y que libre serás”.