La recta final de campaña está resultando apasionante: Una cohorte de demócratas prístinos rasgándose las vestiduras ante la noticia de que las cloacas del Estado siguen destilando porquería. O los sorprendidos por la vulgar noticia son hipócritas, o son espíritus angélicos puros. Sin embargo, lo que causa algo más que sonrojo es conocer que al ministro del Interior le graban hasta cuando tira de la cisterna. Un votante debería pensar muy bien a quién está eligiendo, porque algunos de los candidatos se han convertido ya --con tanto desgaste y exposición-- en caricaturas y en muñecos de feria.
Un votante debería pensar muy bien a quién está eligiendo, porque algunos de los candidatos se han convertido ya en caricaturas y en muñecos de feria
Asombroso es también el sketch de Gabilondo, el histórico gurú mediático de la socialdemocracia pura y limpia. Ni corto ni perezoso afirma: “Oír al ministro del Interior rebuscando, husmeando, hozando en el estercolero para ver si encuentra basura con la que perjudicar a sus enemigos políticos”. Su imaginación sonora y olfativa es extraordinaria. Pero sorprende que alguien tan medido no tenga problema en calificar de “estercolero” el ambiente en el que despliegan sus tácticas ERC y la vieja CiU. O sea, que estamos ante un asunto entre animales asquerosos de uno y otro bando revolcándose entre sus excrementos, todos de matriz franquista según el argumentario nacionalcatalanista, los suyos y los otros.
Mientras Gabilondo pontificaba sobre el círculo absoluto de la mierda política, el ejemplarizante Errejón se grababa y, como buen muecín, llamaba a sus fieles a la oración porque “la situación es muy grave”. Y sin despeinarse concluía que “ni por activa ni por pasiva ningún partido político demócrata puede darle su abstención o, peor aún, su apoyo al PP, les tenemos que echar en las urnas”. O sea que si un partido apoya de un modo u otro al PP no es demócrata. Aún más, que los votantes tienen que botarlos, se entiende que a todos, al PP y a los que les puedan apoyar. Unas urnas guerracivilistas. O conmigo o contra mí. Y lo más alarmante en esta búsqueda del partido único es que el señor Errejón parece que ya regenta el Ministerio de Propaganda, donde se expiden títulos de quién es demócrata y quién no.
Podríamos continuar con otras tantas afirmaciones que se han publicado sin sonrojo alguno desde el minarete del buenismo, con las que directores de diarios-públicos se han desbocado dándonos lecciones de moral religiosa, que no de ética. En esta ocasión ninguno ha citado a Dinamarca como ejemplo de país donde el Estado no tiene cloacas o donde sus demócratas dirigentes no se les ocurre husmear en el estercolero. Menos mal, porque si no la carcajada del ingenioso y lúcido creador de la serie Borgen, Adam Price, nos dejaría sordos.
Unas urnas 'guerracivilistas'. O conmigo o contra mí
Javier Gomá ha reflexionado sobre la responsabilidad del ejemplo en la sociedad actual. Su conclusión no puede ser más optimista: la ejemplaridad debe ser el principio organizador de la democracia moderna. Innegable, si no fuese porque entonces vivimos en una democracia 'premoderna', en una sociedad donde existen innumerables conflictos superpuestos y permanentes, sea en el seno de las élites, entre los dominantes y los dominados, o entre los mismos dominados. El Estado de derecho puede y ha de tener un efecto equilibrador, pero pedirle que sea buenista per se es considerar que el género humano está alienado, sin matiz alguno.
Si se concluye que muchos políticos de uno u otro signo viven en el estercolero o que no es demócrata quien no me vota, es que quienes lo formulan forman parte de la casta de moradores de la torre de marfil. Son afirmaciones que esconden espíritus totalitarios, amparados en su papel de llamadores a la oración desde el minarete. Y ahora todos a rezar.