Hace más de cuarenta años, uno después de morir Pablo Neruda, se publicó de forma póstuma un libro suyo de preguntas. Entre ellas, estas dos, seguidas una de la otra: "¿Y quién salió a vivir por mí cuando dormía o enfermaba? ¿Qué bandera se desplegó allí donde no me olvidaron?". Son sugerentes. Por un lado, cabe subrayar que todos somos vulnerables, y que la inmensa mayoría vivimos sin dobles que nos cubran. La vida nos es dada y nos la hemos de hacer, como podemos o como nos marcan las circunstancias. Aunque estemos solos, casi siempre hay gente alrededor. ¿Hay quienes me tengan en cuenta con cariño? ¿Despliegan alguna bandera que me integre o que me aleje con rotundidad? Más preguntas: ¿A qué personas hemos aportado felicidad? ¿Para quiénes vivo? Todo esto es oportuno cuestionárselo en el tiempo veraniego, un tiempo de reposición. ¿Con qué radicalidad sabemos dudar de lo que sea y decir, simplemente, "no lo sé"?
¿A qué personas hemos aportado felicidad? ¿Para quiénes vivo? Todo esto es oportuno cuestionárselo en el tiempo veraniego, un tiempo de reposición
Leo Celebra y comparte la vida (Ed. J de J), un libro de Javier Urra en conversación con Merche Carneiro. Urra fue el primer Defensor del Menor que hubo en España y cree que peor que sufrir es ser "absolutamente indiferente". Vive con intensidad, generosidad e imaginación para quienes le rodean. Su forma de relacionarse con los demás evidencia esta convicción: su vida no es de su propiedad, es de alquiler; ésta es una voz árabe que supone el pago de un tributo. Al lado de su irrenunciable intimidad, Javier Urra guarda una dimensión pública de compromiso.
En su libro de instrucciones para su mejor funcionamiento, reclama la H del humor y de la humildad para establecer vínculos que enriquezcan nuestro mundo, el de cada uno: "La vida es una larga lección de humildad. Sin humildad nada se aprende. Sin humildad se pierde el contacto con la realidad". No sólo el oxígeno y el agua, también la esperanza es imprescindible para el vivir, y hay grupos organizados en destruirla. Javier Urra reflexiona sobre los beneficios de la delicadeza y la urbanidad en hacernos la existencia más agradable, a nosotros y a los demás; no sólo se contagian los virus y el desespero, también la alegría y la voluntad. A los niños debemos educarles, dice, en la ayuda amable al otro, en manifestar gratitud o "anticipando que la propia música con un volumen alto puede molestar a los demás". También en reconocer a los camaleónicos manipuladores emocionales.
La vida exige distinguir y elegir. En ocasiones hay que saber tomarse las cosas como vienen y reconocer que todo tiene su haz y su envés, su cara y su cruz. Sigamos por un momento la estela del oráculo Baltasar Gracián en su Arte de prudencia; el excelente neurobiólogo Ignacio Morgado ve en esas páginas un manual único de inteligencia emocional. Este librito contiene la celebérrima frase "lo bueno, si breve, dos veces bueno", que tras un punto y coma sigue con otra frase que la complementa: "Y aun lo malo, si poco, no tan malo".
El jesuita aragonés advertía en el siglo XVII que se tiene "por agravio el disentir, porque es condenar el juicio ajeno". Podemos ser flexibles ante ello, pero la resistencia de materiales tiene sus límites, y en última instancia cabe recordar "que vale más que el otro se disguste ahora, que no tú después y sin remedio". La vida será de alquiler, pero la dignidad y la verdad no se pueden comprar ni vender.