A socaire del proyecto de Constitución elaborado por unos juristas secesionistas ha reaparecido un tópico manido: "Cataluña es una tierra caracterizada históricamente por su pacifismo".
Contra el tópico nacionalista --que pretende ligar catalanidad a pacifismo-- la historia más convulsa y atormentada de España es la catalana
Una buena muestra de ese relato lo constituye el discurso de Pau Casals ante la ONU en 1971: "Catalunya va tenir el primer parlament democràtic molt abans que Anglaterra. I fou el meu país on hi hagué les primeres nacions unides. En aquell temps --segle onzè-- van reunir-se a Toluges --avui França-- per parlar de la pau, perquè els catalans d'aquells temps ja estaven contra, contra la guerra”.
Una simple convocatoria eclesiástica --de las muchas que se celebraban en toda Europa-- para suspender las frecuentes hostilidades medievales es nada menos que el germen de Naciones Unidas; unas cortes oligárquicas de nobles, clérigos y burgueses son, ahí es nada, el primer parlamento democrático del mundo; además, el primer parlamento de las Españas se celebró en León en 1188.
La realidad es diametralmente opuesta al tópico. Veamos algunos ejemplos:
1º. El somatén (colectivo de paisanos armados), desconocido en otras regiones.
2º. La sagrera (construcción singular): para protegerse de los frecuentes ataques de bandoleros, los payeses arracimaban sus casas en torno a una ermita o lugar sagrado (de ahí su nombre), de manera que todas las viviendas se conectaban entre sí por pasillos internos, y solo mostraban una puerta común hacia el exterior.
3º. La profesión forzada de numerosos segundones; la práctica totalidad de la herencia la percibía el hereu, lo que obligaba a muchos segundones a seguir la carrera militar. De ahí la frase "el primer fill, hereu; el segón, capellà, i el tercer, militar” (o "advocat").
4º. El bandolerismo, que asoló el solar catalán no sólo en el siglo XIX, sino especialmente en los siglos XVI y XVII.
5º. Las seculares luchas entre nyerros y cadells y entre la Biga y la Busca.
6º. Los almogávares, por cuyos desmanes en el Mediterráneo oriental aún perdura la maldición de "ojalá te alcance la venganza de los catalanes".
7º. La imagen que los demás españoles tenían del catalán. Cervantes hace esta descripción: "Los catalanes, gente enojada, terrible; pacífica, suave; gente que con facilidad da la vida por la honra". Baltasar Gracián señala: "Allí se hereda la enemistad y hasta más allá del caducar la venganza, siendo fruta de la tierra la bandolina". Portar armas era un derecho (y causa de numerosas reyertas).
8º. De los mitos de la Guerra de la Independencia nada menos que tres tienen raíz catalana: el timbaler del Bruc, los tres sitios de Gerona y la barcelonesa Agustina Saragossa i Domènech, más conocida por Agustina de Aragón.
9º. Siete guerras civiles conoció Cataluña en el siglo XIX (la Realista, la resistencia a los Cien Mil Hijos de San Luis, las dels Malcontents, las tres carlistas y numerosas sublevaciones republicanas), frente a dos carlistas el país vasco-navarro y el Maestrazgo.
10º. Las tropas de voluntarios que reclutaban las diputaciones en las guerras de Cuba y África, como aquellos que capitaneaba Prim en la batalla de Tetuán y que aparecen en el cuadro de Sans Cabot con barretina y bandera española. De aquellos hechos procede la canción infantil de "quisiera tan alto como la luna, ay, ay, como la luna, como la luna, para ver los soldados de Cataluña", muestra de la admiración que sentían en toda España por el arrojo de los voluntarios catalanes.
11º. La acendrada conflictividad social barcelonesa, de la que dieron fe Marx y Engels en Escritos sobre España: "Los trabajadores de Barcelona, la mayor ciudad fabril de España, cuya historia registra más luchas de barricadas que ninguna otra del mundo".
12º. El terrorismo tuvo su epicentro en la Ciudad Condal: las bombas arrojadas en el Liceo, en la procesión de Canvis Nous o en Madrid al paso del cortejo nupcial de Alfonso XIII (que fue obra de un anarquista catalán). Barcelona era conocida como la ciudad de las bombas y, también, como la rosa de fuego por el pistolerismo anarquista, del Sindicato Libre y de la patronal. La Semana Trágica incendió Barcelona.
Muchos de los ítems arriba enumerados son genuinos o singulares de Cataluña. Contra el tópico nacionalista --que pretende ligar catalanidad a pacifismo-- la historia más convulsa y atormentada de España es la catalana. Precisamente el nacionalismo sirvió a fines del siglo XIX como válvula de escape, al distraer las tensiones internas hacia un "enemigo" exterior. Por ello fue combatido originariamente por las izquierdas.
Con los mismos ojos deformes con los que se imagina el pasado y el ser de Cataluña, se fantasea su futuro (independiente, próspera y sin ejército)
El nacionalismo, hinchado de mitos y ayuno de razones, suscita el apoyo de personas inteligentes porque se dirige a su parte emotiva, porque les adula al hacerles creer que forman parte de un colectivo étnicamente especial y éticamente superior. Como decía Hannah Arendt, "las mentiras resultan a veces mucho más plausibles, mucho más atractivas a la razón que la realidad, dado que el que miente tiene la gran ventaja de conocer de antemano lo que su audiencia desea o esperar oír".
Si somos especiales, la convivencia con los ordinarios nos vulgariza. Si somos superiores, la convivencia con los inferiores nos lastra. El narcisismo nacionalista compele a levantar fronteras respecto de quienes son contemplados como una amenaza o una rémora. Pero la premisa mayor es falsa: ni somos superiores ni diferentes (las diferencias son minúsculas vistas a la distancia). El placer que proporciona esa ideología (solitario, autorreferencial e inacabable, como el onanismo), es --para muchos-- más atractivo que la verdad y la convivencia.
Con los mismos ojos deformes con los que se imagina el pasado y el ser de Cataluña, se fantasea su futuro (independiente, próspera y sin ejército).