El pasado 20D Ciudadanos obtuvo un modesto resultado en Cataluña, por debajo de la media española (13,05% frente al 13,93%) y cinco puntos menos de lo obtenido en las autonómicas del 27S (17,90%). Y en Barcelona (13,55%), muy lejos de Madrid (17,42%). La causa es que, al ser percibido como un partido de centro reformista, perdió el carácter de partido transversal antinacionalista y, por tanto, cayeron sus votos provenientes de la izquierda.
Sin revertir la hegemonía ideologica nacionalista, un cambio de gobierno no cambiará la dinámica política catalana, como ya pasó con los gobiernos de Maragall y Montilla
De cara al 26J, los responsables de la campaña de Ciudadanos han optado por asumir su condición centrista tambien en Cataluña. Lejos de querer recuperar a sus votantes de las autonómicas provenientes de la izquierda, han lanzado sus redes hacia los catalanistas no independentistas de CDC y, sobre todo, a los 65.000 votantes de Unió el 20D.
Para ello han eliminado de su discurso referencias a temas identitarios y han puesto en valor que Rivera puede ser el primer presidente catalán desde Pi i Margall. En su programa se destaca el corredor mediterraneo y la necesidad de un nuevo sisterma de financiación, reivindicaciones nucleares del catalanismo moderado. En la misma línea existe la consigna de evitar debates lingüísticos durante la campaña. Este giro estratégico ha desatado tensiones entre los propios militantes de Ciudadanos que temen una desnaturalización de la propia esencia del partido en la medida que se acerca al poder.
¿Estamos ante un cambio estratégico o meramente táctico de cara a estas elecciones? Si se trata de un cambio táctico, limitado al 26J, caben pocas dudas de que la decisión es acertada. Ciudadanos solo puede crecer el 26J en el caladero de exvotantes de CiU. La izquierda esta sobreocupada por la confluencia podemita y el PSC, en unas elecciones muy polarizadas por el eje social.
Más complejo es analizar la cuestión pensando en unas elecciones autonómicas. Por un lado, es cierto que es necesario construir una mayoría alternativa al secesionismo y que para ello el voto catalanista moderado es imprescindible. Pero también lo es que la estrategia electoral no puede obviar el debate ideológico de fondo. Sin revertir la hegemonía ideologica nacionalista, un cambio de gobierno no cambiará la dinámica política catalana, como ya pasó con los gobiernos de Maragall y Montilla. Además, desde un punto de vista táctico, este giro estratégico significaría renunciar a los votos de quienes votan En Comú Podem en las generales y Ciudadanos en las autonómicas. Estos votantes priorizan el tema social en las generales y el nacional en las autonómicas.
Ampliar fronteras sin perder la esencia y sin renunciar a la batalla ideológica de confrontación con el nacionalismo es el debate que Ciudadanos deberá afrontar tras el 26J. El peligro, o el temor de algunos, como ha pasado con PSOE y PP, es que gobernar en España lleve a Rivera a la "conllevancia" en lugar de a afrontar el fondo de la cuestión, con moderación y sin prisas, pero sin renuncias.