Hace 75 años que se redactó un texto "por una Europa libre y unida". La autoría principal le corresponde al periodista Altiero Spinelli. Era comunista, contaba apenas veinte años de edad cuando en 1927 fue condenado por el régimen fascista de Mussolini a casi otros tantos años de cárcel. Conspirador, era un preso político como lo es hoy Leopoldo López. Al igual que el dirigente venezolano, quien ha podido evadir unas notas escritas en la cárcel militar de Ramo Verde (Preso pero libre, en Península), Spinelli logró sacar de Ventotene (isla del golfo de Nápoles donde estuvo confinado en los años de guerra, entre 1939 y 1943) un fajo de hojas que hoy se conoce como Manifiesto de Ventotene.
¿Merece ser celebrado, es perdurable su mensaje? Pongámoslo a prueba cada uno de nosotros, y opinemos con criterio y conocimiento de causa. Disponemos de su texto en un libro publicado este año por Ediciones La Lluvia y que lleva el mismo título. Por mi parte, procederé a una calicata, inevitablemente personal. Y tras ella extraeré algunas ideas ahí consignadas. Verán cómo hablan por sí solas.
"La admisión del derecho de autodecisión de los pueblos es incompatible con la idea misma de federación"
Llevaba Spinelli catorce años en la cárcel cuando valoraba a "los socialistas valientes y libres de prejuicios, que se dan cuenta de que socialismo y marxismo no coinciden". Veía aceptable la propiedad privada, según los casos. No especificaba, pero en unos supuestos debía ser abolida o limitada, y en otros, corregida o ampliada. Siguiendo este esquema ideológico flexible, postulaba un nuevo orden en Europa, acogido al Derecho, un derecho internacional, y que permitiese una paz y un bienestar duraderos. Una política con sentido crítico que trasladase la virtud del respeto a los ciudadanos a sus relaciones exteriores, que a menudo son, en cambio, "dispuestas a la exclusión y a la opresión de los rivales"; una grave contradicción. Una política social que supiera encarar la necesaria e imparable globalización que llegaría varios decenios después. Y pronunciaba estas bienintencionadas palabras: "Nadie se verá obligado, por causa de la miseria a aceptar contratos de trabajo vejatorios". ¿Quién puede estar en contra de este propósito? Cuando se conoce de cerca, siquiera un puñado de estas vejaciones que hoy se producen en el mundo laboral, no sólo se siente lástima sino rabia y repugnancia. Se trata de una reivindicación que nace de lo hondo de la condición humana y, por tanto, de ningún modo ha de quedar en las exclusivas manos de los populistas. Recuerden a la señora Colau, severa puritana, gritando: "¡Lávese la boca señor Rivera, usted no puede decir sí se puede! ¡Lávese la boca!". Hay que seguir más que nunca en esta brecha, con rotunda decisión.
Altiero Spinelli entendía que la lucha de clases era, de hecho, una lucha sindical: "No es más que la lucha por intereses corporativos". Y veía absolutamente preciso fundar un Estado federal que fuese sólido e internacional; una Europa libre y unida en los principios de un Estado de Derecho, demócrata y social. Dentro de un orden común, las diversas naciones europeas tendrían en su mano dar a sus distintas comunidades una autonomía que les permitiese una articulación flexible. Vean ahora esta nota a pie de página, no tiene desperdicio:
"Dada la frecuencia con la que la demagogia hace uso de la fórmula absurda del derecho de autodecisión de los pueblos, llegando hasta la separación del conjunto estatal del que forman parte, será bueno subrayar que la admisión de tal principio es incompatible con la idea misma de federación".
Por último, para completar nuestro vuelo por el presente, veamos este párrafo en el que invita a "desembarazarse de lo viejo, de lo que se ha convertido en un lastre, de estar listos para lo nuevo que se acerca". Política nueva y política vieja. El eterno proyecto de regenerar la vida de los hombres y de los pueblos. Como anotó Wittgenstein, ingeniero aeronáutico y filósofo, "quien vive en el presente vive eternamente".