Tengo comprobado que, si quieres recibir una respuesta, por elevada que sea la persona a la que la dirijas, tienes que tener la llave adecuada, aunque pretendas que te conteste el rey. Esa llave es su secretaria de confianza, la persona que filtra lo que ha de ver el señor que le paga. El trabajo de una buena secretaria es casi tan importante como el de su jefe.
Yo tenía el correo personal de la profesional de la máxima confianza de cuando Jordi Pujol se hacía llamar president, aunque ya no lo fuera. Era el Molt Honorable President vitalicio, antes de que se hiciera el harakiri público. Estoy hablando de la Semana Santa de 2012.
Pujol contestó que la independencia era inviable, pero que mientras hay vida hay esperanza, y que la experiencia le había demostrado que lo imposible puede ser posible, si se dan las condiciones óptimas
A Pujol le envié una carta que, previamente, había publicado en la revista que dirigía. En esa carta le daba siete razones por las que veía inviable la independencia de Cataluña, que en esas calendas había aprobado en un Congreso Extraordinario CDC como aspiración de futuro. Una declaración oficial que tenía todas las pintas de estar escrita en papel mojado y, por lo tanto, la tinta se iba a emborronar tal y como se escribía.
A los 40 días, Pujol me contestó dándome la razón: que la independencia era inviable, pero apostilló aquello de que mientras hay vida hay esperanza, y que la experiencia le había demostrado que lo imposible puede ser posible, si se dan las condiciones óptimas.
No me puso ningún ejemplo práctico, de que lo imposible pueda ser posible. Me quedé con las ganas de saberlo, porque Pujol no es fato [tonto] y cualquier ejemplo es meterse en arenas movedizas, porque en la historia no ha existido independencia sin guerra. Lo de Checoslovaquia fue de mutuo acuerdo y no parece que eso pueda suceder en España. Pujol se hizo el harakiri, pero no lo hará la nación.
Esos siete puntos y la respuesta que me dio la podrán leer en mi Carta del Domingo. En este escrito solo quiero hablar del séptimo punto de mi razonamiento concretado en mi artículo anterior: 'Un ejemplo futbolístico de la irrealidad del mundo indepe'.
Aquel escrito que había enviado a Pujol, un mes después el semanario indepe Presència lo contestó punto por punto en un extenso reportaje de cinco páginas que se había enviado a varios ideólogos de cámara, sociólogos y profesores de la UB y de la Autónoma. La verdad es que su respuesta oficialmente tan docta me sorprendió, porque más que una respuesta académica parecía el conejo del parto de los montes.
La respuesta fue que el emporio del Barça no iba a descapitalizarse porque tendría todas las novias que quisiera. Es lo de siempre, viven en un mundo imaginario, en una realidad paralela
La respuesta al séptimo punto en cuestión, centrada en mi artículo anterior: que el emporio del Barça no iba a descapitalizarse porque tendría todas las novias que quisiera: tendría barra libre para escoger jugar en Francia, Italia o Inglaterra. Se les quedó en el tintero la Bundesliga. No obstante, el paridor de esta elucubración (más bien paja mental profesoral), aconsejaba al club que eligiera entre la italiana o la inglesa, porque la francesa no estaba a la altura del club culé. Los alemanes estarán mosqueados por semejante ninguneo.
Es lo de siempre, viven en un mundo imaginario, en una realidad paralela. Es un ataque de melico, como dicen en al alto Aragón, tan natural como el síndrome de mirarse el ombligo. Patético. Vamos, que íbamos a tener barra libre, porque somos así de pinchos.
Un amigo mío me contestó en Facebook al escrito 'Un ejemplo futbolístico a la irrealidad del mundo indepe' --mis amigos son de todos los colores políticos, no hago filtros ideológicos-- y me porfiaba que no era cierto lo de que para tener una selección nacional tenían que tener obligatoriamente una competición nacional propia, y me ponía dos ejemplos irrebatibles: Gibraltar y Andorra tenían una selección nacional sin tener liga propia. ¿Qué les pasa en la cabeza? Porque nombro a mi amigo el portavoz de esta representación fantástica del teatro del absurdo del rumano Ionesco, nada que ver con el gitano búlgaro Stoichkov, el Juanito del Barça...
Mi amigo suicida se ponía la soga del ahorcado y tiraba el solito el taburete. Al comparar a Cataluña con el imperio futbolístico de esos dos vecinos paraísos fiscales. Ni a los sesudos profesores universitarios habían tenido semejante ocurrencia. Yo, que no soy muy dado a contestar, simplemente le dije que era un ejemplo claro de que no hay peor ciego que el que no quiere ver.
Sé que no me lo va a tener en cuenta, porque ya son muchos los que soporta mi amistad.