El pasado 13 de mayo, la alcaldesa Ada Colau y el concejal socialista Collboni anunciaron una propuesta de acuerdo para dotar a Barcelona de un gobierno de matriz progresista que contribuya a la estabilidad. Un día después, la alcaldesa viajó a Nueva York para intervenir en nombre de las ciudades europeas en la conferencia preparatoria de la Asamblea de Habitat III. Son dos excelente noticias que indican que nuestra primera edil inicia maniobras de aproximación para el aterrizaje en el plano de la realidad.
La participación de la alcaldesa en Nueva York podía ser una apuesta por la potenciación de la componente globalizadora y el espíritu cosmopolita de nuestra ciudad
El acuerdo permitirá defender desde el equipo de gobierno, el modelo Barcelona, modelo de desarrollo y gestión urbana puesto en marcha en la época del alcalde Maragall, al que los sucesivos gobiernos de izquierdas del PSC-PSUC dieron soporte e hicieron posible. De este acuerdo, ERC se ha autoexcluido, imponiéndose una vez más su estrategia partidista a la solución de los problemas de los ciudadanos. La CUP, como siempre, instalada en el ruido y en la algarabía.
La participación de la alcaldesa en Nueva York podía ser una apuesta por la potenciación de la componente globalizadora y el espíritu cosmopolita de nuestra ciudad. Su intervención, en castellano --una de las dos lenguas utilizadas habitualmente por los barceloneses/as---, aprovechando que el español es una de las cinco lenguas oficiales de las Naciones Unidas, permite la comunicación con más 500 millones de ciudadanos de todo el mundo y seguir liderando el movimiento de transformación urbana de las ciudades latinoamericanas. A Barcelona se la entiende mucho mejor en Latinoamérica cuando habla en español.
Al hablar del modelo Barcelona, nos referimos a la capacidad para gestionar con eficacia y con eficiencia económica todos los servicios que una ciudad como Barcelona presta a sus ciudadanos. Gestión de la ciudad, hecha desde la complicidad entre el sector privado y la administración, que tanto le gustaba citar al alcalde Maragall. Una política capaz de ser foco de atracción para la inversión foránea.
Una característica a destacar de este modelo es que no se dieron casos de corrupción durante la ejecución de las obras de los Juegos del 92, proyecto de colaboración pública-privada, liderado por la administración central y la municipal.
La ciudad debe aprovechar su capacidad de innovación derivada de la gestión de las tecnologías urbanas como vector de crecimiento, de cambio tecnológico, de creatividad y de generación de empleo
El modelo supone el reconocimiento de que la generación de riqueza es el principal motor para combatir la desigualdad y la pobreza, siempre y cuando se pongan en marcha los mecanismos de distribución necesarios. Una política de atención a los barrios más deprimidos, de creación de infraestructuras favorecedoras de nuevas centralidades equilibradoras . Vieja política que pusieron en marcha los gobiernos de izquierdas que transformaron la ciudad y ayudaron a corregir las profundas desigualdades del binomio centro-periferia.
La ciudad debe aprovechar su capacidad de innovación derivada de la gestión de las tecnologías urbanas (movilidad, agua y saneamiento, energías renovables, residuos...) como vector de crecimiento, de cambio tecnológico, de creatividad y de generación de empleo.
El Acuerdo de Gobierno para Barcelona firmado el 25 de mayo y la intervención neoyorkina de la alcaldesa podrían ser unos buenos indicadores de que por fin comienza a gobernar, aparcando la política de gestos. Colau deberá ser capaz de demostrar su capacidad de gestión y de liderazgo, involucrando al mundo económico en el proyecto Barcelona.
Este jueves en Sitges la he escuchado con mucha atención y he podido confirmar que es un animal político --en el mejor sentido de la palabra-- que utilizó la crítica a algunas malas prácticas del modelo Barcelona para ganar las elecciones, pero ahora necesita aplicar este modelo para poder gobernarla. ¡Alcaldesa, bienvenida a la realidad!