Cataluña bulle, el régimen se agrieta
El paso atrás de Artur Mas para tratar de mantener la unidad del movimiento independentista y su dirección por parte del centro derecha catalán ha resultado inútil. La decisión de la CUP de romper con Junts pel Sí al aprobar una enmienda a la totalidad de los presupuestos para 2016 explicita las diferencias irreconciliables de estrategia y de modelo de sociedad entre la izquierda radical independentista y CDC.
Lo más destacado de la ruptura es que debilita el relato del independentismo como movimiento transversal, pacífico, de revolución de las sonrisas
ERC se debate entre no romper con CDC, a la espera de heredar de forma natural a los votantes convergentes inequívocamente independentistas en las próximas autonómicas, y mantener los puentes con los cupaires que pueden ser decisivos en el momento de hacer presidente a Colau o Junqueras.
Por si el 'no' a los presupuestos no hubiera sido suficientemente explícito, ha ido acompañado del apoyo de la CUP a los okupas de Gràcia, en unos incidentes que asustan a las clases medias que históricamente han dado su apoyo al pujolismo y posteriormente a Mas, pero que se alejan a marchas forzadas del procés. Los esfuerzos de Mas y Homs para frenar la desbandada parecen condenados al fracaso.
Lo más destacado de la ruptura es que debilita el relato del independentismo como movimiento transversal, pacífico, de revolución de las sonrisas. El movimiento independentista se radicaliza y pierde al centro-derecha nacionalista. Si la independencia ha de dar el poder a los que queman vehiculos y quieren acabar con la propiedad privada, mejor olvidarse de ella, piensan muchos nacionalistas de orden.
La crisis de la ANC, que aparece claramente como una correa de transmisión de los partidos y se muestra incapaz de sobreponerse a la confrontación entre ellos, acaba con el mito de movimiento de abajo a arriba del que ha querido revestirse el secesionismo, y hace evidente que ha sido impulsado desde las instituciones autonómicas y los presupuestos de la Generalitat.
¿Significa todo ello que se acaba la hegemonía nacionalista en Cataluña? No. Simplemente, que no es poco, que sus contradicciones amplian el campo de maniobra de otras opciones políticas, aunque está por ver si estas sabrán aprovechar la nueva situación.
El PSC no parece en condiciones de recuperar a estos exvotantes. Coloca a Manuel Cruz de numero dos, pero a la vez potencia a la alcaldesa de Santa Coloma de Gramenet y se manifiesta contra el Tribunal Constitucional
Rivera parece que quiere aprovechar la coyuntura para hacer suyos a los exvotantes convergentes asustados por el ambiente prerrevolucionario que se respira en Cataluña y del que culpan a CDC. Su programa de cara al 26J, liberal-reformista, prioriza en Cataluña el corredor mediterráneo y un nuevo sistema de financiación, en detrimento del énfasis de otras elecciones en la oposición al nacionalismo. Esta clara apuesta de Ciudadanos por el centro-derecha amplía su franja de votantes en Sant Gervasi pero le debilita en Nou barris (por ejemplificar) y deja de nuevo huérfanos de referente político a exvotantes socialistas que se pasaron a Ciudadanos por la deriva nacionalista del PSC. Electores que en las generales pueden votar a Iglesias o a Sánchez pero que en las autonómicas quieren una opción de izquierdas inequívocamente no nacionalista.
El PSC no parece en condiciones de recuperar a estos exvotantes. Coloca a Manuel Cruz de numero dos, pero a la vez potencia a la alcaldesa de Santa Coloma de Gramenet y se manifiesta contra el Tribunal Constitucional. En lugar de aprovechar el corrimiento de Ciudadanos hacia la derecha para recuperar parte de sus votantes perdidos, parece que quiere continuar navegando en la ambigüedad. Si es así, muy probablemente en los próximos meses asistiremos a la creación de una nueva fuerza política en Cataluña. La izquierda no nacionalista busca un partido que la represente.
En definitiva, muchos cambios en el panorama político catalán que se acelerarán tras el 26 de junio.