Las imágenes de los manteros sacudiendo a los guardias urbanos de Barcelona con lo primero que tenían a mano eran impactantes, entre otras cosas porque se producían en una ciudad en la que la policía municipal no ha sido precisamente hiperactiva en el combate contra ese tipo de comercio.
De hecho, hay quien señala esa pasividad como responsable última de la violencia de los vendedores callejeros.
En la cartelera de Barcelona figura una obra de teatro, una comedia, que propone hasta 15 maneras de 'acabar' con el capitalismo
Es posible que el buenismo del consistorio les haya dado alas, sin duda; pero probablemente hay otros factores que ayudan. Pienso, por ejemplo, en los habitantes de Ciutat Vella que se manifiestan en las Ramblas a favor de la venta de artículos de contrabando, de copias ilegales en bazares de quita y pon extendidos en el suelo. Resulta chocante que los vecinos de tiendas de toda la vida que apenas consiguen sobrevivir en estos tiempos difíciles amparen una competencia tan pirata como la de los manteros.
En esa vehemente defensa de los derechos de los inmigrantes ilegales hay una pulsión contra el orden establecido, contra el sistema; una escenificación de la decepción más absoluta.
Es la cara más visible de la frustración social que se incuba en nuestros días: salimos de una crisis para entrar en otra que no tendrá final, con sueldos más bajos, menos protección social y con un nuevo boom en ciernes, el de los alquileres. Ese sentimiento cuaja en movimientos poco definidos en sus propuestas, pero con un perfil claro en sus diatribas y condenas. Un populismo que no es de izquierdas ni de derechas, sino contra todo, antitodo.
El fenómeno contagia a partidos y a electores moderados, incluso conservadores, que ven normales reacciones de desahogo que hace apenas ocho años ni siquiera se les hubieran pasado por la cabeza. Y que da lugar a manifestaciones curiosas.
En la cartelera de Barcelona figura una obra de teatro, una comedia, que propone hasta 15 maneras de acabar con el capitalismo.
Y por televisión pasan anuncios estos días de un servicio a domicilio de productos de supermercado --inventado hace ya muchos años por las propias cadenas de distribución--, que quiere ser alternativo y que, en consecuencia, se presenta nada menos que como el "antisúper".