Se comparta o no sus ideologías o sus tácticas, nadie se puede quedar impasible ante las andanzas del ingenioso Pablo Iglesias, de sus amigos, sus escuderos y su rocín. Cada día se escriben decenas de artículos sobre sus declaraciones o sus supuestas intenciones.
Encerrado como estaba en su despacho leyendo y elaborando informes y más informes, Iglesias salió en busca de aventuras un 15M, por las redes. Recogido por sus amigos fue retornado a casa. El ama Bescansa, la sobrina Montero, el cura Monedero y el barbero Errejón, amigos y asesores todos, decidieron hacer un rápido escrutinio de sus libros y, sobre todo, de los dichosos informes, papeles de escasa calidad literaria pero muy leídos. No conformes con el expurgo y la quema, tapiaron su biblioteca. Si no podía seguir leyendo o elaborando informes, Iglesias iba a vivir según el mundo ideal que había leído y escrito.
Como Don Quijote, la locura de Iglesias está siendo la de prolongar su vida como lector y sus lecturas como vida, aunque sus informes se puedan haber destruido para no delatar amistades peligrosas
Como Don Quijote, la locura de Iglesias está siendo la de prolongar su vida como lector y sus lecturas como vida, aunque sus informes se puedan haber destruido para no delatar amistades peligrosas. Si, gracias a la censura del propio Cervantes, el Quijote-lector protagonizó su propia novela, gracias a las críticas el Iglesias-político está protagonizando el asalto a los cielos, uno de los relatos más mediáticos de los últimos años.
Allá por donde pasa, todo se altera. Donde hay molinos, ve gigantes del Ibex35. Donde hay galeotes encadenados, ve desvalidos que liberar. Y así vive, capítulo a capítulo, con Dulcinea en su pensamiento. "¿No estará en Dulcinea el secreto? ¿No está ella acaso encantada también?", se preguntó María Zambrano cuando intentaba explicar la ambigüedad de don Quijote.
Día tras día, pacto tras pacto, se retrata sonriente con la cerveza en una mano y con el cuello de Garzón en la otra, ¡sonriente también! Mientras, Pedro Sánchez se afana por sacar una segunda parte cuanto antes mejor, como Avellaneda, da igual que sea apócrifa, ¿lo conseguirá? Y Rivera y Hernando se muestran convencidos de que estas aventuras de apóstoles libertadores son un género trasnochado protagonizado por comunistas. La última: una lista única de senadores a la valenciana, montados todos en Clavileño, cabalgando por el firmamento para poder liberar a las doncellas del encantamiento de la espesa barba. ¿Veremos también a Domènech, a Echenique o a Teresa gobernando un día su respectiva ínsula Barataria?
Don Miguel, qué locura de tiempo vivimos. Aunque, quién sabe si no será en Barcelona donde otro Caballero de la Media Luna nos devuelva la cordura. Si no puede ser la del hidalgo antes de morir, al menos recuperemos la sensatez del retornado morisco Ricote, que nunca debió ser expulsado: "Doquiera que estamos lloramos por España, que, en fin, nacimos en ella y es nuestra patria natural... No hemos conocido el bien hasta que le hemos perdido".