Considero a Winston Churchill el estadista más importante del siglo XX. Tiene un glosario de frases célebres que merecen estar bañadas en oro puro de 24 kilates. Y hoy le viene de perillas a mi argumentario. Cuando le preguntaron qué opinión tenía de los franceses, respondió: "No he tenido el placer de conocerlos a todos". La frase me parece genial y sirve para todos los pueblos, y por supuesto para el catalán.
Sí, afirmo que los tópicos son falsos y lo demuestro si nos ponemos delante del espejo
Desde fuera se nos ve con estereotipos, igual que nosotros vemos a los demás: sean andaluces o vascos, por aquello de 'Ocho apellidos vascos'. El clisé es una forma sencilla de clasificar a todo vecino. Es muy cómodo y hasta útil, si mantenemos esta reserva: saber que los tópicos, aunque tengan una base objetiva, son falsos. Porque cada uno tiene un padre y una madre distinta. Individuo y colectivo son conceptos antitéticos.
Sí, afirmo que los tópicos son falsos y lo demuestro si nos ponemos delante del espejo. Nosotros, los catalanes, somos de todo tipo: abiertos o cerrados, tacaños o pródigos, bromistas o serios... Ni todos somos del Barça, porque a muchos les repatea el fútbol, y otros son del RCD Espanyol (la nadadora de sincro Gemma Mengual) o también del Real Madrid (el cantante Sergio Dalma).
Tres son los intelectuales catalanes del pasado siglo que han ascendido a la categoría de clásicos: Josep Pla, Jaume Vicens Vives y Salvador Espriu. Los tres conocían el latir catalán con la perspectiva profunda que tiene un intelectual, y los tres eran radicalmente distintos.
Pla era un hombre de un proverbial mal genio. La guerra le agrió el carácter, le hizo desconfiado. Descubrió las simas de la maldad humana. Le salvó la vida un anarquista heterodoxo. Fue un viejo cascarrabias a quien le gustaba provocar. Era como una prueba de selección moral, quien la superaba era su amigo.
Òmnium nunca le perdonó: él, que era el mejor prosista catalán ('Quadern gris'), nunca recibió el Premi d'Honor de les Lletres Catalanes.
Tres catalanes universales contemporáneos con tres caracteres distintos
Jaume Vicens Vives, el maestro de los historiadores, era un líder nato. Hombre pragmático que decía que el fin justifica los medios, si es para un buen fin... No estoy de acuerdo porque, con esta excusa, se han cometido innumerables atropellos. Depurado acabada la guerra (lo enviaron a dar clases en el instituto de Baena en el que veinte años antes había dado clase el menor de los Machado, Antonio), Franco estuvo tentado en ofrecerle el Ministerio de Educación y Ciencia, pero no lo hizo y a partir de 1957 su casa de la calle Santaló se convirtió en un conciliábulo de oposición al franquismo.
El tercero, Salvador Espriu, era el típico pixapins hijo de notario que nunca salió del Eixample, salvo para ir a Arenys (de ahí su pseudónimo invertido: Sinera). Sacó el carácter cerrado de su madre, una mujer extremadamente reservada.
Tres catalanes universales contemporáneos con tres caracteres distintos. Si jugamos a la política ficción de saber lo que hoy hubieran sido, el barcelonés Espriu de los tres hoy sería el indepe, y los gerundenses serían tildados de botiflers en esta dialéctica absurda de blanco o negro.
De los tres, Espriu sería el que mejor encarnaría el estereotipo que desde fuera se tiene de la idiosincrasia catalana; así que me baso en los rasgos con que él definió nuestra personalidad: sobriedad, austeridad, dar al trabajo la seriedad que merece porque te da el pan, y el seny.
Yo me identifico con este retrato sicológico.
Dicho todo esto vuelvo al principio: el estereotipo es útil siempre que tengamos en cuenta la reflexión de Winston Churchill.
En mi último artículo expliqué que la española sólo es una variante de la cultura occidental en la que está insertada, dentro de la española, la catalana. Lo demostraré el domingo a través de las tradiciones que son la huella indeleble de la cultura. Esto es el preámbulo. No se me pongan nerviosos los indepes.