Los periódicos impresos atraviesan la fase más dramática de su historia. No se trata de un apuro momentáneo, ni sobrevenido de golpe y porrazo. Por el contrario, se viene arrastrando por lo menos desde hace diez años. Su manifestación más palpable es el pertinaz descenso de las ventas, que parece no tener fin.
Desde que la depresión económica enseñó sus afiladas garras en 2008 hasta el momento actual, el número de lectores de los diarios ha bajado en números redondos de 14 a 8 millones. El dato es demoledor.
Los editores no ocultan el temor de que para ellos el ciclo de las vacas flacas aún no se ha agotado
La fase más áspera de la recesión ya se da por superada y la economía comienza a recuperarse. Infinidad de ramos de actividad contabilizaron incipientes progresos el año pasado. Para el que ahora corre, la previsión es que se mantengan en la senda del crecimiento.
Sin embargo, la difusión de los medios sigue cayendo en barrena. Los editores no ocultan el temor de que para ellos el ciclo de las vacas flacas aún no se ha agotado. Más aún. Están convencidos de que el esplendor anterior desapareció para nunca más volver.
Varias son las circunstancias que explican la postración de las publicaciones escritas. Quizás la más llamativa reside en que sus potenciales clientes futuros están desertando a marchas forzadas. De hecho, los jóvenes se abstienen en masa de comprarlas en el quiosco. La razón no puede estar más clara. Gracias a internet, disponen de toda la información que puedan necesitar --y mucha más-- en sus teléfonos móviles o sus tabletas.
Además, tienen ese inmenso caudal al alcance de su mano, de forma permanente y gratuita, en cualquier lugar y a cualquier hora. En consecuencia, el lector tradicional de los diarios está envejeciendo a paso de carga. Su promedio de edad ya supera con largueza los 50 años.
Quebrantos y despidos
La penosa situación reseñada sume a las empresas periodísticas en pérdidas cuantiosas y las obliga a ejecutar sucesivas reestructuraciones, acompañadas de talas draconianas de plantillas.
El País y El Mundo, líderes del sector, brindan un ejemplo palmario de tales vicisitudes. El primero es el buque insignia del antaño todopoderoso Grupo Prisa, hoy cada vez menos influyente. Estos días celebra su 40º aniversario, aunque en la casa poco hay que festejar. En ocho años, la plantilla de El País se ha recortado a la mitad, hasta quedar en poco más de 300 empleados.
En ocho años, la plantilla de 'El País' se ha recortado a la mitad, hasta quedar en poco más de 300 empleados. 'El Mundo' prevé la salida de otros 200 profesionales
A su vez, El Mundo, señoreado por el grupo italiano Rizzoli, encadena continuos expedientes de regulación. El último de ellos se pone en marcha ahora. Entraña la salida de otros 200 profesionales, sangría que va a dejar la redacción en cuadro.
En Cataluña, El Periódico de la familia Asensio va tirando como puede, al albur de las peripecias de su matriz Grupo Zeta, que anda sumida en una crisis sin fin debido a un endeudamiento insoportable y a la clamorosa falta de liderazgo de sus máximos jerarcas.
La Vanguardia, por fortuna, no debe dinero a los bancos. A ello contribuye decisivamente la riada de copiosas subvenciones que le inyecta la Generalitat un año sí y otro también. Pero la mengua del favor de los lectores semeja irremediable. En marzo último es el diario cuya audiencia más cayó, casi un 7%. Apenas vende 31.300 copias en los quioscos. Una cifra tan corta no se registra desde hace muchas décadas.
En resumen, así de yermo está el patio periodístico.