Hace unos meses me entrevisté con Rafael Arenas Morales, alias Matagatos, un peligroso delincuente que, junto a míticos asesinos y atracadores como Rafael Bueno Latorre o Antonio Villena Vicario, atemorizó a la ciudad de Barcelona en aquellos años 70 y 80 de incipiente democracia. Arenas me ayudó en la elaboración de mi último libro, 'Sigue la mala vida'.
Sus caras desencajadas, su voces trémulas y sus rictus avinagrados denotan baja catadura humana y, por supuesto, moral. El brete de verse en el centro de la diana, humaniza al miserable
Matagatos me hablaba del código de honor de aquellos criminales de una época en blanco y negro. Dijo una cosa que me hizo reflexionar: "Cuando nos pillaban de marrón, con las manos en la masa, no había excusas. Bajábamos los brazos, levantábamos la frente y apechugábamos con la más fea. Nunca pedimos perdón, nunca nos arrepentimos, nunca buscamos excusas gilipollas para justificar lo que habíamos hecho y los que éramos: unos gánsters".
No era la primera vez oía una reflexión similar de boca de alguno de esos atracadores bregados y terribles de una época no tan lejana. Me llamó la atención, sin embargo, esa cierta gallardía que destilaba el legendario Matagatos que, por otro lado, contrastaba con la postura ruin y patética a la que nos tienen acostumbrados los imputados o señalados como delincuentes de cuello blanco.
Sus caras desencajadas, su voces trémulas y sus rictus avinagrados denotan baja catadura humana y, por supuesto, moral. El brete de verse en el centro de la diana, humaniza al miserable.
Almodóvar, pillado con una offshore en Panamá: "Asumo mi responsabilidad". ¿Asumo mi responsabilidad? ¿Qué responsabilidad? ¿Y ya está? ¿Y esta sociedad se da por satisfecha? Probablemente sería más gallardo (o menos patético) cerrar la boca y agachar la cabeza, o simplemente la devolución de las ayudas públicas que el Ministerio de Cultura le adjudicó para producir sus taquilleras películas.
Lo del ministro Soria es para nota. "No les dije ayer lo de mi participación puntual en esa empresa [una instrumental creada por Mossack Fonseca], porque no me lo preguntaron". Tremendo.
Lo de Pujol: "Sí, tengo dinero en Andorra, pero procede de la herencia de mi padre". El ex presidente aún no ha enseñado los documentos que lo acreditan, y el fiscal empieza a preguntarse si esa pasta no será, en realidad, la que hace 30 años el honorable desvió de Banca Catalana.
Messi: "Yo no sé nada, eso es cosa de mi asesor fiscal". ¿Quién contrató a su asesor fiscal? Y, si te ha engañado, ¿le has denunciado? No, claro que no.
A los delincuentes comunes de los 80 se les castigaba donde más les dolía: en su libertad. A esta delincuencia de cuello blanco, solo se le hace daño, de verdad, cuando se les ataca en el bolsillo
María Dolores de Cospedal, hablando del dinero pagado en 2014 por el PP a Bárcenas: "Sí, aquello fue una indemnización en diferido". ¿Recuerdan? La lengua de la líder popular parecía un cable cargado de electricidad, golpeando descontrolado contra las paredes de su boca. Cospedal balbuceaba subterfugios para justificar lo injustificable.
A los delincuentes comunes de los 80 se les castigaba donde más les dolía: en su libertad. A esta delincuencia de cuello blanco, que se mueve a caballo entre el expolio económico y la corrupción política, solo se le hace daño, de verdad, cuando se les ataca en el bolsillo.
Quizá lo que se deba imponer es una reforma legislativa que endurezca el castigo económico para con el evasor, el prevaricador, el blanqueador y el sobornador.
Los Pujol van a salir de rositas, en lo que respecta al delito fiscal, porque han regularizado. "Quien la hace, la paga", nos dice el Código Penal. En España, quien la puede pagar, la puede hacer.
Papeles de Panamá: El 99% de aquellos que sacaron el dinero del control de nuestra Agencia Tributaria mediante la sospechosa constitución de empresas opacas y lo guardaron en paraísos fiscales quedarán impunes porque le ha prescrito la cosa y/o porque, además, siempre se está a tiempo de regularizar.
Qué injusto es el sistema.
Aquellos atracadores nunca se rieron de nuestra inteligencia. Estos delincuentes de moqueta, sí.
En general, y como planteamiento previo, no me gusta el castigo del escarnio público ni para quien roba a pocos ni para quien nos roba a todos. No me gusta, pero no por prudencia o por un mal interpretado decoro, sino porque me resulta un castigo insuficiente cuando se trata de prohombres de la política, las finanzas o del star system. Ataquémosles en el dinero. Eso sí les duele.
Es cuestión de gallardía...