Pensamiento

Conjuros

25 abril, 2016 00:00

En 1484 el Papa Inocencio VIII declaró la guerra abierta contra los restos del paganismo en una bula en la que condenaba a los que "mediante sus brujerías, encantamientos, hechizos y conjuros, sofocan, extinguen y hacen perecer la fecundidad de las mujeres, la propagación de los animales, la mies en la tierra, las uvas de viñedo y el fruto de los árboles, así como a los hombres y mujeres, el ganado y otras clases de animales, las vides y los manzanos, los pastos, el maíz y otros frutos de la tierra".

Vivo en Barcelona y, como en muchas ciudades, es frecuente en las salidas del metro o en calles concurridas cruzarte con personas repartiendo octavillas de publicidad en las que se ofrecen videntes que suelen tener un nombre africano (parece ser que da más lustre). En la pequeña hoja con letras negras bien visibles afirman ser la solución a los problemas de amor, de impotencia sexual, de mal de ojo... y llegan a garantizar la recuperación de la pareja en tres dias (curioso eso de fijar un límite temporal tan breve). Algunos presumen de un cien por cien de eficacia o de acumular quince años de experiencia y, lo que es mejor, garantizan su trabajo después de pagar.

El resultado fue que el vidente decidió cambiar de aires y nunca más se supo de él ni tampoco del dinero que se llevó. La persona estafada estuvo en tratamiento psicológico

La reacción tras recibir uno de estos anuncios es tirarlo directamente a la papelera, a veces sin echarles ni siquiera un vistazo, o en ocasiones lo leemos por encima y hacemos una mueca de disgusto, pensando que es imposible que exista gente en este siglo lo bastante crédula como para caer en el engaño.

No hace mucho tiempo, conocí a una persona que decidió usar estos servicios para recuperar a su pareja. Desconozco si le aseguraron que lo conseguiría en tres días; lo cierto, es que pasaron las semanas y el único resultado fue que sus ahorros, y estamos hablando de miles de euros, desaparecieron en manos del profesional. Empezó a sospechar que aquéllo no funcionaba, no sólo porque su pareja no mostraba signos de querer recuperar su relación, sino porque el hechicero en cuestión le pidió más dinero ya que la única solución para un caso difícil como aquél era sacrificar una vaca, y claro, primero había que comprarla. La víctima, pues así debe llamársela, decidió hablar con su familia y amigos, que además de echarse las manos a la cabeza, le aconsejaron denunciar la estafa. El resultado fue que el vidente decidió cambiar de aires y nunca más se supo de él ni tampoco del dinero que se llevó. La persona estafada estuvo en tratamiento psicológico; las huellas de lo que sufrió no se borran con facilidad.

En la Europa occidental de los siglos XV, XVI y XVII, las brujas realizaban ritos para provocar las lluvias, acrecentar o evitar la fertilidad... y fueron condenadas a morir, ahorcadas o en la hoguera. Hoy en día, personas sin escrúpulos siguen usando el ancestral deseo del hombre de creer en lo sobrenatural, en aquello que no se puede explicar, para beneficiarse de personas vulnerables que ante la necesidad de ser amados, aunque sea por la persona equivocada, son capaces de darlo todo.