La detención del exbanquero Mario Conde por presunto blanqueo de capitales y otros varios delitos ha devuelto abruptamente al primer plano de la actualidad los viejos escándalos perpetrados por la beautiful people. En los años 80/90 esa tropa de arribistas campó a sus anchas por nuestro país y se enriqueció en proporciones inauditas. Desde entonces ha llovido mucho. Sus desmanes apenas despiertan un recuerdo borroso en las generaciones jóvenes.
Conde es una excepción porque sigue en primera línea. Se encaramó a la cima de Banesto en 1987, cuando todavía no había cumplido los cuarenta. En 1993, el Banco de España intervino la entidad y descubrió un agujero de 600.000 millones de pesetas.
En los años 80/90 una tropa de arribistas campó a sus anchas por nuestro país y se enriqueció en proporciones inauditas
Dos veces se sentenció al engominado financiero a penas de cárcel. La primera, por el caso Argentia Trust, acusado de apropiarse de 600 millones de pesetas de Banesto. Le cayeron cuatro años, de los que cumplió uno y medio. La segunda, por el desvalijamiento y la quiebra del banco. Le propinaron 20 años, de los que cumplió tres. En total solo estuvo a la sombra cuatro años y medio de los 24 que sumaban los castigos. Pocas veces unas sanciones tan largas acarrearon un tiempo tan corto entre rejas.
En el episodio de Argentia Trust, Conde esgrimió ante los jueces un reguero de explicaciones contradictorias, todas ellas falsas de la cruz a la raya. Posteriormente se averiguó que él no se había metido un céntimo en el bolsillo. Los reales destinatarios del botín fueron dos expertos comisionistas del PSOE, Antonio Navalón y Diego Selva.
Es de recordar que un tiempo antes, a finales de 1982, el propio Navalón había prestado sus servicios a José María Ruiz-Mateos. Le sopló mil millones de pesetas en cajas repletas de billetes, bajo la promesa de cuidar de que el Gobierno felipista dejara tranquila a Rumasa. De nada le sirvió ese fuerte dispendio al magnate jerezano, pues su imperio entero acabó expropiado pocas semanas después.
Más tarde, Navalón todavía se embolsó otros 8.000 millones para conseguir que Felipe González diera luz verde a la fusión de Hidroeléctrica Española e Iberduero. En esta ocasión, las gestiones del intermediario resultaron fructíferas, pues al poco el Consejo de Ministros aprobaba sin más problemas el magno trasiego, que dio lugar al nacimiento del gigante Iberdrola.
Afán de notoriedad
Mas a lo que íbamos. Conde es un personaje de ambición desmedida, que increíblemente le ha llevado a tropezar dos veces con la misma piedra. Tras apropiarse de ingentes fondos de Banesto y cumplir una mínima parte de su doble condena, otros en su lugar se habrían recluido en casa y habrían adoptado un perfil lo más bajo posible.
Conde hace justo lo contrario, cegado por su egolatría y su arrogancia. Entra en el resbaladizo campo de la política. Se presenta dos veces a las elecciones, con fracaso estrepitoso. Escribe un libro en el que pone como chupa de dómine a todo bicho viviente. Adquiere participaciones en medios de comunicación. E imparte sermones a diestro y siniestro en las tertulias televisivas.
Mientras se prodiga en las pantallas, ha ido transfiriendo a España sin demasiado sigilo los caudales procedentes del saqueo de Banesto, que conserva ocultos en recónditos paraísos tributarios.
No deja de sorprender el descaro y la torpeza con que Conde actúa en este lavado al por mayor. Tratándose de un supuesto experto en finanzas, cabe pensar que emplearía alta ingeniería para trasladar el peculio de un lado a otro sin dejar pistas al rastreo del fisco. Pues nada de nada.
Conde es un personaje de ambición desmedida, que increíblemente le ha llevado a tropezar dos veces con la misma piedra
En vez de extremar las precauciones, hace arribar el efectivo a las cuentas bancarias de sus empresas españolas por la directísima vía de su transmisión desde Suiza y otros enclaves altamente sospechosos.
El agujero que Conde dejó en Banesto equivale a unos 3.600 millones de euros. Las comparaciones son odiosas, pero no está de más rememorar que el coste del rescate de las cajas durante la última crisis ha supuesto a los contribuyentes la astronómica cantidad de 43.000 millones de euros. O sea que decuplica con creces el monto del boquete de Banesto. Sin embargo, ni uno solo de los altos directivos de las cajas está en el trullo a estas alturas de abril de 2016.
La experiencia de Conde quizás sirva de aviso a navegantes. Por ejemplo, el ex tesorero del PP Luis Bárcenas. Se sabe que desvió 48 millones a Suiza, pero solo se han podido incautar de 3,3. El resto se ha esfumado.
Aunque sea con casi un cuarto de siglo de retraso, la justicia ha destapado finalmente la fortuna que Conde amasó y puso a buen recaudo antes de que las autoridades entraran a saco en Banesto.
No habrá de transcurrir tanto tiempo para que las rapiñas de Bárcenas corran la misma suerte. El motivo es claro. En el orbe escasean los reductos mínimamente seguros para hurtar el bulto a las pesquisas policiales y fiscales.