En Cataluña, y también en Euskadi, hay muchas personas que no han superado lo que podríamos calificar como ‘neurosis política’, una enfermedad heredada del franquismo.

Muchos que tienen menos de 50 años no lo han padecido personalmente (eran niños cuando Franco murió), pero se les ha transmitido, vía familiar o de lecturas, porque este caso de ‘neurosis política’ es una sombra tan alargada como los cipreses del cementerio. En l’Empordàlos cipreses no sólo están en los camposantos. Sirva como metáfora del paisaje infantil de Carles Puigdemont.

A los separatas, como a los batasunis, el concepto de España, no sólo su palabra, les produce ese gen de ‘neurosis política’

A los separatas, como a los batasunis, el concepto de España, no sólo su palabra, les produce ese gen de ‘neurosis política’.

Como a las palabras, las escobas y las escopetas las carga el diablo; distinta cosa es lo que uno dice a lo que interpreta el lector; debo aclarar la frase de neurosis política, que no es la patología mental de la que habla la Real Academia de la Lengua, sino la interpretación del psicoanalista Sigmund Freud sobre la historia, la mitología o la moral nacional. Eso que los neurólogos, a principio de la década de los 70, localizaron en la segunda capa del cerebro, la paleo mamífera: el registro de las emociones. Ese mundo ignoto en el que bucean los psicólogos para intentar aflorar a la superficie, a través de la palabra, en el diván de su consulta. Esa especialidad a la que tan aficionado es Woody Allen.

El franquismo, a parte de ser una dictadura cruel para los perdedores de la guerra, y dura para los desafectos hijos al Régimen, fue extremadamente torpe con la prohibición del uso del catalán en la escuela y limitarla al ámbito familiar y/o privado. Nunca en el oficial.

He utilizado el adjetivo ‘torpe’ calibrando la palabra porque como decía Josep Pla: a la hora de escribir hay que apuntar y disparar, poniendo el adjetivo adecuado.

***

El 26 de enero de 1939, cuando los nacionales entraron en Barcelona, había un camión cargado de propaganda falangista escrita y editada en Burgos por el grupo de intelectuales catalanes encabezados por Dionisio Ridruejo, director del Servicio Nacional de Propaganda, confeccionado por al llamado grupo catalán de Burgos, fundadores del prestigioso semanario Destino: Eugeni d’Ors, Ignacio Agustí, Javier de Salas, Juan Ramón Masoliver... Ese cargamento de propaganda nunca se repartió porque fue requisado por la autoridad militar, el general Eliseo Álvarez Arenas, jefe del servicio de ocupación, como tan torpemente se llamaba el nuevo servicio.

En lugar de esa propaganda, las paredes de Barcelona, y toda Cataluña, se embadurnaron con un soez e irrespetuoso, aunque hablaran de Usted: "Hable Usted la lengua del Imperio".

El Grup Koiné presentó una enmienda a la totalidad de la táctica de ERC de convencer a los castellanohablantes de las ventajas, también para ellos, del sueño de la República catalana

Los pasquines estaban sin firma, lo que demuestra hasta que punto tenían complejo de culpabilidad sus promotores que no podía estar lejos del general que había confiscado el camión del grupo de Burgos.

Nada que ver la represión de los 40 a la de los 70, década que inauguré con 12 años (Lo concreto porque lo viví. Que no me vengan con otras gaitas). Durante esos treinta años, la represión a la lengua se suavizó, pero fue en ese tiempo cuando anidó la neurosis política nacionalista de la que más de cuarenta años después de la muerte de Franco los separatas aún están convalecientes.

Es una neurosis no superada que tal día como hoy, hace siete días, afloró el Grup Koiné cuando presentó en el Paraninfo de la Universitat de Barcelona una enmienda a la totalidad de la táctica de ERC de convencer a los castellanohablantes (como bien se sabe, alrededor del 60% de los catalanes tiene la 'otra' lengua como materna), de las ventajas, también para ellos, del sueño de la República catalana.

Leyendo la declaración parece estar escrita la tarde del 20 de noviembre de 1975, en el que se ha hecho una elipsis (tal y como la define la Real Academia: omisión intencionada del discurso para suscitar determinados efectos), porque me da grima tener que recordar a estas alturas que el franquismo en Barcelona duró treinta y seis años, dos meses más que en Madrid, pero tres años menos que en Burgos.

Por eso deploro que esta neurosis no está superada. Koiné es el síntoma de una patología política que para nada depende de la inteligencia de las personas, ya que está registrada en la segunda capa cerebral: la paleo mamífera.