La aparición del llamado Manifiesto Koiné, que preconiza que el catalán sea la única lengua oficial en una hipotética Cataluña independiente, ha generado un debate interesante con múltiples derivadas. Permítanme algunas reflexiones.
Si el manifiesto verbaliza las intenciones ocultas del nacionalismo y pone en evidencia su verdadera naturaleza xénofoba, autoritaria y expansionista, entonces el texto hace daño al independentismo
De entrada, señalar que el debate puede tener efectos contradictorios en función de quién logre imponer su relato. Porque si lo que prevalece es que el manifiesto --firmado, por ejemplo, por la señora Rigau, ex consejera de Enseñanza-- verbaliza las intenciones ocultas del nacionalismo y pone en evidencia su verdadera naturaleza xénofoba, autoritaria y expansionista, entonces el texto hace daño al independentismo...
Promover la ingeniería social para cambiar aceleradamente una sociedad producto de siglos de convivencia es propio de peligrosos iluminados de extrema derecha o extrema izquierda. Subordinar los derechos linguisticos, y como consecuencia los derechos políticos, de los ciudadanos de Cataluña a los 'derechos' de una lengua 'territorial' es un atentado a la libertad, preludio de todo tipo de tensiones y conflictos, entre ellos el exilio forzoso o voluntario de los disidentes de las políticas oficiales.
Promover el monolingüismo en Cataluña no es sólo un atentado a los derechos de los muchos castellanohablantes sino también al de tantos catalanohablantes que tienen el castellano también como una lengua propia que configura junto al catalán su identidad personal. Porque, guste o no a los reduccionistas de uno u otro lado, para muchos catalanes nuestra identidad y cultura es plural. Si nos quitan una parte, nos amputan como individuos, y eso es violencia y debe ser combatida en defensa de la libertad individual y colectiva.
Si consiguen dar una amplia repercusión al debate sobre la lengua en la Cataluña independiente, vuelven a hacer verosímil la independencia con la intención de insuflar moral a las bases en futuras confrontaciones electorales
Ante la evidencia de que el manifiesto no pasa los estándares democráticos de la UE, una parte del independentismo se ha distanciado del escrito, por razones de imagen e interés electoral. Pero, en el día a día, la política desarrollada por la Generalitat es, en los hechos, coincidente con la exigida por el manifiesto. El objetivo de la política actual es, también, la expulsion del castellano del ámbito de la administración y la escuela, al considerarlo una lengua "extranjera propia de colonos".
Por todo ello, el manifiesto puede ser útil al nacionalismo, si no se combate adecuadamente, al poder propiciar al menos tres consecuencias.
La primera es introducir un debate que dé verosimilitud al proyecto independentista en un momento en que la inmediatez y el carácter irremediable de una Cataluña independiente es puesta en duda por muchos de sus propios impulsores. Si consiguen dar una amplia repercusión al debate sobre la lengua en la Cataluña independiente, vuelven a hacer verosímil la independencia con la intención de insuflar moral a las bases en futuras confrontaciones electorales.
La segunda es que, apareciendo un movimiento radical que verbaliza su supremacismo xenófobo y que cae en tergiversaciones históricas burdas (el 'poli malo'), las políticas de Junts pel Sí (el 'poli bueno') se convierten en moderadas, cuando --como ya he señalado-- son, en la práctica, idénticas.
Apareciendo un movimiento radical que verbaliza su supremacismo xenófobo (el 'poli malo'), las políticas de Junts pel Sí (el 'poli bueno') se convierten en moderadas, cuando son, en la práctica, idénticas
La tercera es que, si centramos el debate en lo que ha de pasar en un futuro más que hipotético, arrinconamos el auténtico debate, que es la denuncia de lo que está pasando aquí y ahora. Se blanquea, por utilizar una expresión en boga, el incumplimiento de sentencias, el acoso escolar a quienes exigen sus derechos. El manifiesto sería un instrumento para frenar las denuncias crecientes de quienes exigen respeto a las libertades individuales y a las recomendaciones de la UNESCO sobre la lengua materna. Serviría para frenar el debate sobre la utilización de las escuelas como centros de adoctrinamiento o sobre la conveniencia de no desaprovechar el bilingüismo como plataforma mental para aprender otras lenguas y tener unos jóvenes más competitivos en un mundo global.
Ojo, pues, con el jueguecito del poli bueno y el poli malo. Porque la independencia llegará o no, pero mientras tanto, y eso es lo que importa, unos y otros (los buenos y los malos) gozan del monopolio de las subvenciones públicas y blindan sus puestos de trabajo en la escuela, en la cultura y en general en toda la administración pública o concertada dependiente de la administración autonómica y local.