Pensamiento

Carlos Slim culmina el asalto de FCC

13 marzo, 2016 00:00

El magnate mejicano Carlos Slim, clasificado entre los hombres más ricos del mundo, ha lanzado una opa por el 100% de la constructora FCC, una de las mayores empresas con sede en Cataluña.

Slim ya posee el 36% de FCC, por el que ha desembolsado 900 millones de euros en varias tandas. Ahora va en pos de hacerse con el resto del capital. Si todos los accionistas acuerdan transferirle sus títulos, habrá de aportar otros 1.800 millones. La gran incógnita es qué hará Esther Koplowitz, segunda accionista con el 22%.

En cualquier caso, Slim ya ejerce el mando supremo de la casa. Además, propugna que FCC formule una opa por el 22% de su filial cementera Portland Valderribas, una de las grandes del ramo, de la que domina el 78% desde hace tiempo.

Paralelamente, el mejicano tiene en marcha una opa sobre la inmobiliaria Realia, de la que ya controla un 30%. Por ese paquete satisfizo en su día 75 millones. Dado que la propia FCC es dueña de un 37% y no planea vender, la operación significará para Slim el abono de 120 millones adicionales.

Así pues, tras esta batería de trasiegos corporativos, el capitoste americano se habrá apoderado en poco más de doce meses del triple trofeo de FCC, Portland y Realia. El coloniaje de este conspicuo conglomerado industrial es ya un hecho consumado e irreversible.

La historia de FCC es apasionante. Nació en 1992 mediante la fusión de una firma catalana, Fomento de Obras y Construcciones (Focsa), fundada en 1900 por la familia Piera; y otra madrileña, Construcciones y Contratas (Conycon), constituida en 1944 y gobernada desde 1952 por el judío alemán Ernesto Koplowitz, que ya llevaba un decenio establecido en España.

Ernesto Koplowitz tuvo dos hijas, Esther y Alicia, quienes corriendo los años se casaron con dos primos hermanos, Alberto Alcocer y Alberto Cortina, conocidos como “los Albertos”. Estos personajes, elementos de mucho cuidado, hicieron correr ríos de tinta impresa durante largo tiempo como protagonistas de innumerables escándalos de faldas, societarios y judiciales.

Una sede en peligro

La hegemonía de las hermanas Koplowitz sobre FCC experimentó un reajuste a finales de los 90, cuando ya se habían divorciado de sus respectivos maridos. Alicia expresó la voluntad de desprenderse de su participación y Esther dio un paso al frente: se la adquirió por 820 millones de euros, sufragados con créditos bancarios.

Mientras FCC devengó jugosas rentabilidades, sus dividendos le permitieron hacer frente con desahogo al endeudamiento contraído. Mas la burbuja inmobiliaria sufrió un pinchazo y los sectores de la construcción y el cemento se desplomaron. Privada de sus fuentes de ingreso, Esther Koplowitz no tuvo más remedio que captar nuevos socios.

Tras varias vicisitudes, Carlos Slim acabó siendo el elegido. Se metió de lleno en los negocios de la empresaria, ha invertido un dineral en ellos y finalmente se ha alzado con el santo y la limosna. Ya disfruta de plenas atribuciones tanto en FCC como en sus participadas Valderribas y Realia.

Curiosamente, esa concatenación de hechos va a acarrear una última secuela digna de nota. Cuando Conycon absorbió Focsa, las hermanas Koplowitz viajaron a Barcelona y se entrevistaron con el presidente de la Generalitat, Jordi Pujol, y el alcalde de Barcelona, Pasqual Maragall, para presentarles el proyecto de integración.

Maragall invitó a las acaudaladas hermanas a comer en el palacete Albéniz. Jordi Pujol y Marta Ferrusola las recibieron a cenar ese mismo día en la Casa dels Canonges. Pujol y Maragall manifestaron claramente su interés por que la sede siguiera en Barcelona. Después del doble ágape, Alicia y Esther accedieron a la petición de Maragall y Pujol. El domicilio se fijó en el cuartel general de Focsa en calle Balmes, entre Consejo de Ciento y Diputación, un caserón de piedra erigido en los años 20 y catalogado por el ayuntamiento por su valor histórico-artístico.

Allí ha perdurado hasta el día de hoy, pese a que todos los miembros del consejo de administración y la mayoría de los directivos de la compañía residen en Madrid. Pero Jordi Pujol desapareció de la vida política activa y ahora Esther Koplowitz ya no lidera la entidad. Nada tendría de extraño que el plutócrata azteca borre esa singularidad del mapa y acuerde en breve plazo el traslado de la razón social a Madrid.