El grueso de las grandes compañías cotizadas en bolsa ya ha publicado las remuneraciones de sus respectivos estados mayores. Una nota característica común a todas ellas es que, otro ejercicio más, su importe se mantiene en cotas siderales, a años luz de la nómina que devenga el común de los mortales.
Hay varios jefazos del selecto índice bursátil que ganan en un solo mes mucho más de lo que ingresará la inmensa mayoría de los ciudadanos de este país a lo largo de toda su vida laboral
Con crisis o sin ella, los estipendios de los plutócratas del Ibex perduran incólumes. No parece sino que los directivos más poderosos del país vivan en una especie de burbuja de avidez dineraria, ajenos a los avatares de la legión de currantes que se las ven y desean para llegar a fin de mes.
Como se verá a continuación, hay varios jefazos del selecto índice bursátil que ganan en un solo mes mucho más de lo que ingresará la inmensa mayoría de los ciudadanos de este país a lo largo de toda su vida laboral.
Salvo error u omisión, el cetro en materia de mamandurrias corresponde a Ángel Cano, ex consejero delegado de BBVA, a quien el capo de la casa, el inefable Francisco González, FG para los amigos, despidió el pasado mes de mayo de forma abrupta y sin dar explicación alguna.
Para Cano, su fulminante destitución fue algo parecido a que le hubiera tocado el premio gordo de Euromillones. Gracias a ella, el banco hubo de aportar a su personalísimo fondo de pensiones la friolera de 19,2 millones. Además, el caballero cobró en el periodo enero-mayo, mientras estuvo en activo, una opípara soldada de 1,3 millones. Por tanto, se llevó a la faltriquera la obscena cifra de 20,5 millones.
El cese del primer ejecutivo del banco vasco ha resultado ser una operación ruinosa para los titulares del capital social de la entidad. Otro gallo les cantaría si semejante dispendio lo hubiese tenido que afrontar el ínclito FG de su propio bolsillo. Pero ya se sabe que no hay deporte más placentero, en las empresas cotizadas, que el de disparar con la pólvora del rey, es decir, con el peculio de la masa innominada de sus accionistas.
Desigualdad apabullante
En el podio de las sinecuras, a Cano le acompaña Juan Béjar, su homólogo en la renqueante FCC. Hasta hace poco, esa constructora fue feudo de Esther Koplowitz. Hoy el control se encuentra depositado en manos del magnate mejicano Carlos Slim. Béjar percibió por todos los conceptos 14,6 millones de euros, incluida una indemnización de más de 8 por su salida de la casa.
El tercer puesto del rango se lo reparten entre Ana P. Botín, factótum de Banco Santander, y Willie Walsh, consejero delegado de IAG, la holding que agrupa las aerolíneas British Airways e Iberia. La primera recibió 9,8 kilos y el segundo, 9,7.
En los peldaños siguientes se encuentran el primer timonel de la eléctrica Iberdrola, Ignacio Sánchez Galán, que se llevó 9,5; José Antonio Álvarez, mano derecha de Ana Botín en el Santander, donde ejerce de consejero delegado, 9,3; Íñigo Meirás, segundo de la constructora Ferrovial, 8,8; y César Alierta, mandamás de Telefónica, 8,7.
Un poco más lejos quedan José María Álvarez-Pallete, número dos de Telefónica, con 6,6; Rafael del Pino, presidente de Ferrovial, con 5,9; Matías Rodríguez Inciarte, número tres del Santander, con 5,3; y Fernando Basabe, primer ejecutivo de Applus, con 5,3.
Otras gabelas notables son las de los presidentes de la constructora Acciona, José Manuel Entrecanales, 4,3; de Banco Sabadell, José Oliu, 3,9; y de Endesa, Borja Prado, 3,2.
Tampoco son flojas las gratificaciones de los consejeros delegados del Sabadell y de Abertis, Jaime Guardiola y Francisco Reynés, cifradas en 4 y 3, respectivamente.
En escalones inferiores quedan Gonzalo Gortázar, máximo ejecutivo de Caixabank, con 2,8, y el jefe supremo de la casa, Isidro Fainé, con 1,1, lo mismo que el presidente de Abertis, Salvador Alemany.
Hasta aquí el florilegio de pagas de las grandes compañías. Aparte de que las cantidades transcritas son en sí mismas inmoderadas, resulta que en conjunto han experimentado una espectacular subida del 39% de un año a otro.
Dado el empobrecimiento generalizado del país y el desplome de los mercados bursátiles, el asunto empieza a clamar al cielo y deja claro que los gerifaltes bursátiles viven en otra galaxia.