Fue hace algo más de veinte años cuando un diputado de HB lanzó un saco de cal sobre el escaño vacío del socialista Ramón Jáuregui, por entonces consejero de Justicia en el Gobierno vasco en coalición con el PNV; los salpicados fueron Atutxa e Ibarretxe. Fue una acción más dentro de lo que los grupos políticos afines a ETA llamaron nueva línea de participación institucional. Recordando de ese modo a los etarras Lasa y Zabala, asesinados y enterrados en cal viva por el GAL años antes, trataban de convertir las instituciones vascas en un 'espacio de lucha'. El único que protestó ante la pasividad del presidente del Parlamento fue el portavoz socialista, Fernando Buesa, asesinado cinco años más tarde.
Hay una estrategia para administrar el 'olvido' por parte de los líderes de Podemos, o si se prefiere para gestionar y monopolizar la memoria del crimen y de la lucha antifranquista
El nuevo arrojo de cal desde la boca de Pablo Iglesias, ante la sorpresa de su compañero Errejón, elevó la tensión en el reciente debate de investidura. ¿Recordaron los socialistas el episodio del 24 marzo de 1995? ¿Se sacudieron la ropa Aitor Esteban y los nacionalvasquistas presentes en el hemiciclo?
No hay duda de que, visto u oído lo visto, Podemos quiere convertir el Congreso en un 'espacio de lucha'. Pero caben más lecturas sobre la invocación al 'mesmo fuego', como llamaba Covarrubias en su 'Tesoro' a la cal viva. Hay una estrategia para administrar el 'olvido' por parte de los líderes de Podemos, o si se prefiere para gestionar y monopolizar la memoria del crimen y de la lucha antifranquista.
Como descendiente de fusilados y depurados durante los primeros años de la guerra y del franquismo, siempre hubo en mi familia un recuerdo vivo de quiénes fueron los asesinados y quiénes los verdugos, pero nunca después del 78 hubo una exigencia de ajuste de cuentas. Fue una opción familiar tan respetable como la de quienes piden un reconocimiento institucional de los crímenes del franquismo, e incluso la exhumación de los cuerpos que continúan en las fosas.
No es posible --ni deseable-- una 'limpieza de sangre'. ¿Cuántos políticos de izquierda y de derecha son descendientes de la oligarquía franquista?
Pero, seguir recordando los crímenes e invocar la lucha contra el franquismo para legitimar unas determinadas reivindicaciones políticas, causa algo más que extrañeza a quienes vivimos de un modo u otro la represión de la dictadura. Es una falta de respeto y un desprecio enorme hacia quienes lucharon en un medio tan hostil, agravados si esa actitud proviene de un adán mesiánico que señala quién es puro y quién es infecto.
No es posible --ni deseable-- una 'limpieza de sangre'. ¿Cuántos políticos de izquierda y de derecha son descendientes de la oligarquía franquista? Si tan decisivo es desenmascararlos, lo más honesto es que empezasen por ellos y ellas, y que no se olviden de los que son hijos de familias con 'tarjetas black' o de enormes ingresos por las puertas giratorias, que tantos másteres les han pagado. Porque ni toda la memoria ni toda la corrupción tiene que ver --de un modo u otro-- con el franquismo, ni siquiera la cal viva.