Las leyes de la física funcionan en las relaciones sociales y, por ende, las nacionales y lo demostraré en el coctel de corrupción y la relación de alcoba que existe entre Cataluña y [el resto de] España.

El fenómeno es de osmosis porque los índices de sube o baja no son un calco, como tampoco lo son entre las provincias catalanas

La relación no es de vasos comunicantes, sino por osmosis. La diferencia es que en los vasos la disolución se iguala, mientras que en la osmosis es pareja pero no es igual.

Todas las semanas podemos comprobar esa osmosis con los datos económicos con que nos avasalla la información: cuando el paro en Cataluña sube o baja, también lo hace, por osmosis, en toda España. Rara vez se descuelga una comunidad. Lo mismo ocurre cuando hablamos del IPC, PIB, los alquileres de las viviendas, el aumento de la construcción, venta de coches, la llegada de extranjeros o la salida de jóvenes 'Perdiendo el Norte' a Alemania. Cada semana los medios vomitan estas estadísticas.

El fenómeno es de osmosis porque los índices de sube o baja no son un calco, como tampoco lo son entre las provincias catalanas. Empero, esta relación de osmosis no se produce con nuestros vecinos de Francia o Portugal, porque son realidades sociales distintas aunque todos estemos cubiertos bajo el mismo paraguas de la UE. Esta evidencia es el TAC de la realidad del cuerpo social español que el discurso separata no quiere ver.

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Con la corrupción ocurre tres cuartos de lo mismo. La osmosis no distingue lenguas ni dialectos, porque España respira el mismo humus para lo bueno y para el detritus... En mi artículo del jueves ('La corrupción no es de hoy (I)'), conté tres casos flagrantes durante tres siglos. En éste haré lo mismo, pero en dos siglos, centradas en Cataluña. Me baso en el último libro del exitoso historiador Juan Eslava Galán, 'Avaricia'.

En 1820, Inglaterra (la primera potencia mundial, una vez derrotado Napoleón), prohibió el tráfico de negros hacia América. Durante los dos siglos anteriores, junto a Portugal, había vendido ocho millones y medio de esclavos para las colonias españolas y portuguesas del Nuevo Mundo. Como a principios del XIX el vergonzoso negocio aún tenía futuro, el relevo de esos cargueros infames fue realizado por empresarios catalanes y vascos desoyendo a los británicos.

Este siempre ha sido un país de picaros y quien esté libre de culpa que tire la primera piedra

Así fue como se constituyó el vergonzoso lobby negrero español, porque las plantaciones de caña de azúcar de Cuba y Puerto Rico necesitaban los rotundos brazos de los mandingas africanos.

En el Banco de la Habana los principales clientes eran empresarios de Barcelona y Bilbao. Cito a cinco sagas catalanas: los Güell, Colomé, Girona, Vidal Quadras o la de Antonio López.

Cuando se perdió la Perla del Caribe despertó el sentimiento catalán y vasco de nación oprimida...

Noventa años después (1908), Eusebi Guell, el del parque modernista de Gaudí, se asoció con el conde de Romanones para fundar la Compañía Española de Minas del Rif y explotar las ricas minas de hierro recién descubiertas. Se conchabaron con el sultán del protectorado para repartirse el negocio. Las cabilas del Rif derrocaron al sultán y atacaron a los trabajadores de las minas. Este ataque fue el origen de la Semana Trágica de Barcelona. Los dos empresarios en comandita presionaron al presidente del gobierno conservador, Antonio Maura, para que enviara los quintos y aplastar la revuelta rifeña. La avaricia empresarial fue regada con sangre inocente. ¡Qué mayor corrupción!

Sesenta años después, el empresario textil barcelonés Joan Vilá Reyes creó la primera multinacional catalana y española: Maquinaria Textil del Norte (Matesa), que en 1967 compró la patente francesa para exportar telares a las Américas. Vilá Reyes acudió al Banco de Crédito Industrial en busca de financiación. Como Joan Vilá Reyes era un empresario ejemplar, supernumerario del Opus, el Banco de Crédito Industrial entregó más de diez mil millones de pesetas para que Matesa exportara sus telares a Argentina.

El caso es que las facturas eran falsas. Sólo se había vendido un 8% de lo que Matesa había presentado al banco público. Cuando la inspección oficial descubrió la estafa al Estado (el erario perdió la mitad de la inversión), Fraga Iribarne, Ministro de Información y Turismo, aventó la información pasándola a la prensa porque le tenía ganas a los tecnócratas del Régimen. Franco cesó a trece de los dieciocho ministros y, como el rey Salomón, se sacó del Consejo de Ministro a Fraga. Le dio una patada amistosa como embajador en Londres. A Franco le cabreó la estafa, pero más aún que se le diera un cuarto al pregonero...

Este siempre ha sido un país de picaros y quien esté libre de culpa que tire la primera piedra. Cito la frase evangélica porque ahí está una parte de la explicación de nuestra insania. De relajo moral. En ese sentido sí envidio a los británicos y a los europeos del norte luterano.