'En el poder y en la enfermedad' es el título de un libro de David Owen, ahora reeditado. El autor fue ministro de Asuntos Exteriores británico entre 1977 y 1979. Al poco de acabar esta misión abandonó el Partido Laborista, en el que militaba desde los 21 años de edad, y participó en la fundación del Partido Social Demócrata. Lord Owen es médico y ejerció esta profesión durante seis años.
Con este bagaje de experiencia y teoría se lanzó a describir en un libro el estado de salud de más de treinta famosos dirigentes mundiales y su modo de sobrellevar su enfermedad. En particular, sus análisis atienden a trastornos psicológicos que derivan de la persistencia en el error, por exceso de confianza o por orgullo y desmesura; una incapacidad de rectificar decisiones y de anhelar juicios realistas. Todos estos síntomas los agrupa en una expresión: síndrome de ‘hybris’; insolencia y falta de moderación.
Los análisis de Owen atienden a trastornos psicológicos que derivan de la persistencia en el error, por exceso de confianza o por orgullo y desmesura; una incapacidad de rectificar decisiones y de anhelar juicios realistas
En el caso de la guerra de Irak, destaca el hecho fundamental de que Bush y Blair se burlaran del Derecho Internacional y mintieran y engañaran. Además, incompetentes, subestimaron la situación que habían provocado y no planificaron la posguerra con la obligada decencia. Un gravísimo error que pagamos y seguiremos pagando, muy en especial la población mortificada de aquella área geopolítica. Por cierto que, en nuestros modestísimos límites, y siguiendo el compás del doctor Owen, ¿qué se podría diagnosticar de ‘nuestro’ Mas?, responsable directo de la degradación institucional en que se halla Cataluña. Dejémoslo por hoy.
¿Y los ‘errores’ de los economistas y financieros que nos han hundido en la Gran Recesión? Adictos de una rapiña colosal e insaciable, y consentidos por un sistema que se ha desprotegido con absoluta impunidad, reduciendo radicalmente nuestras posibilidades. El célebre Keynes, uno de los padres de la ciencia económica, consideraba la economía un asunto demasiado importante para dejarla en manos de los políticos. Pero creo que también lo es, como se ha visto, para dejarla en manos de economistas que solo sepan de economía, o bien carezcan de empatía y de conciencia social o moral.
John Maynard Keynes escribió hace casi un siglo un ensayo sobre las posibilidades económicas de nuestros nietos. En 1925 declaró que cada vez le parecía más claro que el problema moral de ‘su época’ tenía que ver con el amor al dinero y con la apelación social al instinto de acumulación; exagerado sentimiento egoísta y hedonista, insoportable delirio de grandeza, voluntad irracional de volver a la selva sin otra ley que la del más fuerte.
Keynes era un reformista convencido; no era un revolucionario ni un reaccionario. Entendía que: “El capitalismo, dirigido con sensatez, puede probablemente hacerse más eficiente, para alcanzar fines económicos, que cualquier sistema alternativo a la vista, pero que en sí mismo es, en muchos sentidos, extremadamente cuestionable”. Partía de que el problema político de la humanidad requiere combinar eficiencia económica, justicia social y libertad individual. Los objetivos no sólo deben ser correctos, sino que también lo han de ser los métodos empleados. A veces nos equivocamos, y hay que saber hacer autocrítica y rectificar cuanto antes. Se debe hacer, y a veces 'sí se puede'.