Hace dos semanas del 20D. El frente de Madrid sigue sin novedad. En el frente de Cataluña hoy la habrá, pero tendremos que esperar unas horas para ver si el parto de los montes es un conejo o un aborto. Es esa espera vuelvo al frente que quedó abierto hace dos semanas.
Una crítica común en todas las noches electorales es oír a los candidatos que han ganado o, si no han ganado, que están satisfechos de los resultados. Todos ganan… ¡pero tampoco mienten!
Desde el punto de vista de la lógica es imposible que ninguno mienta y que todos ganen. En política es verdad lo que en la vida no puede ser.
Esta paradoja no es sólo patrimonio de la política, a veces también se da en la historia. Pondré un ejemplo muy curioso: el día de Sant Jordi se celebra el Día del Libro desde los años 20 del pasado siglo porque un 23 de abril murieron dos genios de la literatura: Miguel de Cervantes y William Shakespeare. El español y el inglés, fallecieron el mismo año, mes y día pero con diez días de diferencia. No es una contradicción. La paradoja es cierta. En España el calendario era el gregoriano de Roma y en Inglaterra, que había roto con el romano pontífice, se continuaba con el de la Roma clásica, el calendario juliano en honor a Julio César.
Esta coincidencia necrológica sirve como ejemplo de lo que voy a explicar. Que aunque no ocurre lo que se dice, en política (y en algunos casos en la historia) eso no quiere decir que se mienta. No tiene que ver con las ideologías, sino con la perspectiva. Depende del ángulo de visión, la cosa cambia.
Después de cualquier elección todos ganan: ganó Rajoy, ganó Sánchez y ganaron Iglesias y Rivera. Rufián y hasta Homs en boca del gerifalte mayor del reino que es Artur Mas. El único que desafinó en el coro de la victoria fue Durán i Lleida. La excepción confirma la regla. Joan Antoni penará de por vida haberse desenganchado con dos años de retraso del viaje a ninguna parte.
Todos dicen lo mismo por puro instinto de supervivencia, como en el siglo XVII explicó Thomas Hobbes en su Leviatán. En otra obra menos conocida, De cive, soltó este latinajo que ha hecho fortuna: Homo hominis lupus (el hombre es el lobo para el hombre). Parafraseando la frase del inglés Hobbes: el político es el lobo para el político.
Sí, todos ganan por instinto de supervivencia que es la tesis de Leviatán. Fíjense que nadie asume errores concretos, sino genéricos. La razón que lo explica es el de la mera supervivencia. Es una actitud defensiva, de protección. Enseñar al enemigo un error concreto es como quitar voluntariamente la venda a tu herida. Dejar la llaga en sangre viva para que el enemigo fustigue con saña en donde más te duela, haciendo bueno el citado parafraseado en latín: politicus politicae lupus.
Pero no mienten. Dicen la verdad o al menos su verdad. La interpretan desde su visión ideológica. Cada cual tiene la suya. Es decir, desde la perspectiva que más se ajuste a sus intereses.
Pilar Rahola la noche del 20D se fue a la cama aturdida, pero 24 horas después su visión era otra: los separatistas habían salido reforzados gracias a lo que había dicho Pablo Iglesias, su enemigo de anteayer y de mañana: que los millones de españoles que habían votado a los círculos morados estaban a favor del derecho de la autodeterminación de Cataluña. Este discurso lo ha repetido Ada Colau, Xavier Doménech y hasta la saciedad los ganapanes del procés. En teoría, es cierto que quienes han votado a su candidatura no se oponen a la Autodeterminación, pero Rahola calla la obviedad que no le interesa: Podemos defiende la propuesta para zanjar el debate, pero desde el no a la Independencia.
La política es así. Por eso todos ganan, menos Durán. Sólo mienten los tontos, porque las mentiras no orquestadas no tienen recorrido.
Todo tiene una explicación, como esa rocambolesca coincidencia de la muerte de los dos genios de la literatura universal: Cervantes y Shakespeare murieron el mismo día, mes y año, pero en otro día… El 23 abril en la España católica era el dos de mayo en la Inglaterra anglicana.