Confieso que he vivido, como escribió Pablo Neruda en su obra póstuma. Pero cosas nuevas vamos a ver. Cosas esta noche aún impensables.

Recuerdo como si fuera hoy el miércoles 15J de 1977. Tenía 19 años. Pasé la noche en vela. Estaba metido en política hasta las trancas. Era un antifranquista atípico. No podía votar porque la mayoría de edad estaba en 21 años; pero al día siguiente a las ocho de la mañana fuí a trabajar, como si tal cosa, sin conocer quién había ganado. A las tres de la madrugada sólo se tenían datos del 10% de las mesas. Lo viví en directo, creo recordar, desde un pabellón provisional instalado en el Parque de la Ciudadela. 

Así que puedo afirmar que nunca, en 37 años de democracia, se habían vivido unas elecciones tan trascendentales, si hacemos excepción de las primeras, por aquello de lo virginal. Todos sabemos por qué han sido excepcionales: han roto el bipartidismo imperfecto.

Las causas son bien conocidas. No creo en una mano negra invisible que mueva los hilos de la política con una cámara oculta: ha sido la depresión, la corrupción y el separatismo la que ha abierto la caja de Pandora. Y ha pasado lo que tenía que pasar: una buena participación pero que no explica por si sola la implosión del bipartidismo en cuatro porciones en escala equidistantemente menguante. 

Esta crónica de urgencia no se podía escribir antes de… igual que no se puede escribir la crónica del Gordo del martes, pero lo primero que me ha venido a la cabeza ha sido la frase: en igualdad de condiciones, la explicación más sencilla suele ser la más posible, que ha pasado a la historia del pensamiento como la navaja de Ockham.

Ha ganado lo que anunciaban las encuestas, pero no existe muleta para poder gobernar. Todo el lío del Parlament ahora se ha desplazado a las Cortes para que los separatistas digan que la catalana y la española son sociedades distintas. No son las mismas, pero sí son paralelas, y así seguirán siendo… Un buen resultado en Cataluña (ha ganado En Comú Podem), implicaba un buen resultado de Podemos en toda España.

ERC ha dado el sorpasso; el increíble político menguante, Artur Mas, no deja de perder activos, votación tras votación.

La suma más sensata es la del PP y PSOE en una Gran Coalición a la alemana, porque lo que está en juego no es solo la política de los próximos cuatro años, sino el modelo de Estado. Y además no hay otra… Los socialistas no tienen que temer a Podemos porque la extrema izquierda se diluirá como el azucarillo en el café con la recuperación económica y la depuración higiénica que demanda la sociedad.

Eso sí, los dos partidos coaligados van a tener que sacrificar sus dos cabezas de lista: Rajoy y Sánchez. Esa sangre debe derramarse como sacrificio.

Lo importante es España.